Donostia - Protagonizada por Ethan Hawke y Emma Watson, esta producción hispano-canadiense rodada en inglés transcurre en Minnesota a comienzos de los años 90, cuando un detective trata de desenmascarar una oscura conspiración en la que podrían estar implicadas sectas satánicas.

¿Cómo se ha enfrentado a las convenciones del cine de género?

-Siempre juego con clichés: la cuestión es conseguir darle la vuelta, igual no al cliché mismo, pero sí a la historia. Una vez que decidí hacer una película sobre el diablo y el satanismo, en mi cabeza se agolparon cosas que ya había visto, clichés. Pero lo que me permitía mirar el cubo desde otra perspectiva era el giro a través del abuso ritual satánico. Formalmente es una película muy clásica, pero intelectualmente es una propuesta distinta a lo que estamos acostumbrados en películas que hablan del demonio.

Dos décadas después de ‘Tesis’ (1996), ¿ha perdido ingenuidad al abordar un filme de suspense?

-Como espectador suelo ser ingenuo, pero es cierto que con los años notas que has perdido la capacidad de asombrarte y de dejarte hipnotizar... No somos tan receptivos al truco, sobre todo si trabajas en esto... Pero el cine sigue ocupando mi ocio, es lo que me da fuerzas para crear y vivir. Spielberg decía que hacer películas le hace sentirse como un niño. A mí... (Pensativo) A ver si consigo no sonar arrogante, pero creo que hacer películas saca lo mejor de mí mismo. Los rodajes implican algo de diplomacia y un ambiente en el que me siento a gusto: convivir con la gente, intentar solucionar un problema, mediar entre dos personas que están peleando...

¿Películas de David Fincher como ‘Seven’ (1995) o ‘Zodiac’ (2007) han sido un referente para usted?

-Es curioso que cites a Fincher porque Zodiac tenía como referente Todos los hombres del presidente (1976), que es la que yo tenía en mente para Regresión. Quería recuperar el sabor de aquellos thrillers de los años 70 porque me gustan mucho y tocaban temas, ya sean políticos o de otro tipo, con un aire de realidad. Eran películas realistas y contenidas... El reto era conectar el mito del diablo en EEUU con los thrillers de gente como Pakula o Lumet, y conseguir que no tuviera un ritmo demasiado lento: si planteas ahora una película como La conversación (1974) el público se iría de la sala.

¿Y ve afortunadas o desafortunadas las coincidencias entre su película y la primera temporada de la serie ‘True Detective’ (2014)?

-Te aseguro que lo más desafortunada que ha pasado en mi carrera es escribir una película en la que al final están todos muertos (Los otros, 2001) y enterarnos en plena preproducción de que había otra con esa premisa (El sexto sentido, 1999) a punto de estrenarse. (Risas) No, no comparo mi película con True Detective, que puede tener más puntos de conexión con La isla mínima (2014), estrenada poco después... Igual es por eso de estar conectados en todo el mundo: de repente, a uno de se le ocurre una cosa que tiene mucho que ver con otra que ha surgido en otra parte del planeta.

Su anterior filme, ‘Agora’ (2009), plasmaba el conflicto entre la fe y la razón, y en ‘Regresión’ habla del daño que pueden causar el fanatismo y la religión...

-Nunca habría pensado que mis películas iban a estar influenciadas por el hecho religioso, pero varias de ellas lo están. Me eduqué en un colegio religioso durante años y conozco toda la doctrina cristiana, pero si Ágora hablaba del enfrentamiento entre la fe y la ciencia, aquí me interesaba ver cómo dos mundos se unen para dar solución a un problema: el mundo de la fe, la religión y las iglesias evangélicas con el de la ciencia que encarna el personaje del psicólogo. Pero no quise cargar las tintas con la crítica religiosa, me interesaba mucho más el error, porque esta es una película sobre los errores: los del mundo policial y en el mundo científico.

Habla de la religión y también del linchamiento colectivo, nuevamente vigente con las redes sociales...

-No soy muy de redes sociales, pero todo se expande con muchísima rapidez, y una de las cosas que quería reflejar es la facilidad con la que se contagia el miedo: en un pueblo, en un país, en el mundo y, desde luego, en una sala de cine. En cuanto al hecho religioso, quería dar un perfil bajo y ver cómo se perpetúan los roles: de pronto, el viejo exorcista tradicional es reemplazado por el psicólogo que en realidad va a sacar el mal que llevas dentro: va a sacarte el demonio que ya no se llama así porque tiene un nombre más científico pero en el fondo es el mismo proceso.

¿Ha sido duro estar seis años sin rodar?

-Sí, pero yo no tengo el mono de rodar de otros directores. Siempre dices: “No voy a saber hacerlo”. Pero es como andar en bici: no se olvida. Volviendo al tema de los errores, me tomo mi tiempo entre un trabajo y otro porque no quiero cometer el fallo de hacer una película de la que luego me arrepienta. Tengo películas que veo con más gusto, como Mar adentro (2004), que personalmente me gusta, o Los otros. De las que veo con más disgusto no voy a hablar... (Risas) Aunque mis películas tengan errores, no me arrepiento de ninguna de ellas, y si no he hecho algunos proyectos y sí he hecho otros, ha sido para decir: “Si me muero mañana, prefiero morirme habiendo hecho esto”.

¿En ese anhelo de cuidar su obra influyó el Oscar por ‘Mar adentro’?

-No, el Oscar solo es un icono universal y cuando viene alguien a casa todo el mundo quiere hacerse la foto con la estatuilla. (Risas)

Es su tercera película en inglés... ¿Pretende llegar a más gente?

-Siempre es más difícil rodar en una lengua que no es la tuya, pero es cierto que el inglés tiene un mercado más amplio. De todos modos, todo depende de la historia. Si me tengo que ir a China a rodar en mandarín mi próxima película, a lo mejor lo hago porque es la historia la que te lleva. Me pasó con Mar adentro, la vida de Ramón Sampedro había que rodarla en España igual que Regresión había que hacerla en EEUU porque es una historia netamente americana.

Esta vez no ha escrito usted la música del filme, sino Roque Baños...

-No escribir la banda sonora es para mí una derrota porque el mejor momento de hacer una película es llegar al estudio y escuchar a la orquesta tocar tu música. Pero una vez que asumí que quería ahorrarme el trabajo, tuve la fortuna de que Roque me permitiera ser testigo de su proceso creativo, algo que yo no podría soportar: me dejó estar detrás de él mientras componía con el teclado y me pidió que le dijera qué me gustaba y qué no para agilizar el proceso. Vi a un señor que sabe muchísimo del oficio y que en toda la banda sonora juega solo con dos temas a los que saca muchísimo partido: es muy valiente.

¿No le tienta dirigir televisión?

-Qué va. Soy mal espectador de televisión y no me veo como realizador televisivo. Me encantaría porque veo a compañeros que se enganchan horas y horas a las cinco temporadas de cualquier serie y el disfrute les dura más, pero hay algo en el fenómeno episódico que me echa por atrás. Puedo ver una temporada, pero pensar que me quedan cuatro más... No soy animal televisivo aunque reconozco que en la televisión se están haciendo, al menos a nivel de guion, las mejores historias.