Donostia - Se llevó el Gran Premio del Jurado en Berlín y ha sido elegida para representar a Chile en la carrera de los Oscar. El Club, de Pablo Larraín, sembró ayer el desasosiego en la jornada inaugural del Zinemaldia con su dedo acusador sobre los abusos cometidos en la Iglesia católica. “Lo que la Iglesia hace escandaliza más que mi película”, aseguró el director chileno, que ya hace dos años desfiló por la alfombra roja de los Oscar con No, un filme acerca del plebiscito celebrado en 1988 sobre la continuación de Pinochet en el poder.

“Precisamente la semana pasada se publicaron unos correos entre monseñor Ezzati, líder de la iglesia chilena, y el cardenal Errázuriz, donde se daba cuenta de un sistema de encubrimiento al padre Fernando Karadima -sacerdote procesado por abusos sexuales-”, mencionó a modo de ejemplo.

“La realidad es mucho más violenta que mi película”, añadió, “es muy fuerte el conflicto que se crea para la gente católica de verdad que ve que hay miembros de la iglesia portándose de manera tan diferente a lo que difunden sobre el amor al próximo, el perdón o la compasión”.

El Club, que inauguró ayer la sección Horizontes Latinos del Festival, es un thriller pausado y atmosférico que combina la sobriedad narrativa con una contundencia demoledora para denunciar la impunidad y el doble rasero de la jerarquía eclesiástica. La historia la protagonizan cuatro sacerdotes que viven en un caserón retirado -junto al mar, donde supuestamente expurgan sus pecados por distintos delitos cometidos, entre ellos el abuso de menores-, bajo la vigilancia de una monja. Un suceso inesperado y la visita de un representante más joven de la “nueva iglesia” alteran el equilibrio en la casa.

“La película intenta poner en pugna estas dos visiones de la vieja iglesia que lleva 2.000 años operando de una manera, con la nueva que representa el papa Francisco y que quiere ser más cercana a sus fieles y más humilde para reconocer sus errores”, explicó Larraín.

Aunque ninguna de las dos sale realmente bien parada. “Finalmente las dos tienen la gran paranoia y el gran miedo a la prensa. La Iglesia tiene más miedo a la prensa que al infierno. El papa tiene una oportunidad histórica para hacer cambios valiosos, pero no me puedo explicar cómo sigue permitiendo que se encubra sistemáticamente a alguien como Karadima”, insiste.

Presencia chilena La presencia de Chile este año en el certamen donostiarra es bastante potente. Tras la apertura con Larraín, mañana será el turno de Patricio Guzmán con el El botón de nácar -mejor guión en la Berlinale- y hoy se proyectará el personalísimo y delicado documental que Marcia Tambutti, nieta de Salvador Allende, ha dedicado a su abuelo, y que fue premiado en Cannes. La hija de la senadora Isabel Allende ha tardado siete años en construir un relato íntimo y familiar del expresidente chileno asesinado hace 42 años. Lo más difícil, reconoció, fue vencer las resistencias en el seno de su propia familia para romper el silencio en torno a cuestiones como la relación de su abuelo con su esposa, Mercedes Hortensia Bussi o los sacrificios familiares para poder sacar adelante las campañas políticas.

“Cuando hay temas dolorosos que no se ponen sobre la mesa y alguien trata de removerlo, eso es una historia universal. Desde el inicio me lo planteé como una nieta buscando a su abuelo y a ver lo que pasaba en la familia”, indicó Tambutti, que se exilió a México con sólo dos años y apenas conoció al exmandatario.