después del parón veraniego, el curso político -y el cultural- retoman su curso. Aunque quizá en lo cultural, -como lo entiende por aquí nuestra gobernanza-, repetimos curso una vez más. No aprobamos. El director del Festval, por ejemplo, pedía más money público para su festival televisivo. Y nuestro alcalde declaraba que el Ayuntamiento seguirá apoyándole. ¿No son suficientes los 300.000 euros de nuestras arcas que se dilapidan en una semana para promocionar los productos de unas cuantas televisiones públicas y privadas estatales? Para pagar vuelos, hoteles y dietas de directivos o actores de las televisiones. Y galas de inauguración. Y galas de clausura. ¿No ven nuestros responsables políticos que esa idea de la cultura más que positiva es perniciosa para las personas adolescentes? Pues se fomentan estereotipos basados en la belleza física de hombres y mujeres, en la competitividad, en la idea de éxito cimentada en la fama.... Justo lo contrario de los valores que con tanto esfuerzo y recursos se tratan de inculcar en la escuela o en la universidad. Y así, por ejemplo, esos días del festi pudimos regalarnos la vista, en pleno centro de nuestra ciudad, con un espectáculo asaz cutrongo: los gritos de adolescentes agolpados para recibir a Alaska y Mario Vaquerizo, que presentaban un reality de sus frivolidades cotidianas. ¿Eso es marca Gasteiz? ¿Rascar minutos de la telebasura para volcarlos en informativos nacionales en aras de mostrar el logotipo de nuestro Ayuntamiento de fondo mientras se habla de nuevas series televisivas? Estamos apoyando una contraprogramación educativa en toda regla. Y con dinero público.
Mientras tanto nuestro tejido cultural languidece por falta de apoyos. Tenemos el ejemplo de un equipamiento cultural como es Montehermoso, sostenido paupérrimamente con un presupuesto anual diez veces inferior al semanal del Festval. Recordemos que nuestro Ayuntamiento subvenciona con 180.000 euros ese evento, con 270.000 euros al Azkena Rock, con 130.000 al Festival de Jazz y con 80.000 a Magialdia. Queda claro que somos una ciudad que fomenta eventos festivaleros que encantan a los políticos al timón. Sobre todo a los que acabamos de echar.
Pero existen otras maneras de hacer las cosas. Verbigracia: el espacio multiusos Iradier Arena -una infraestructura pública tristemente infrautilizada- acogió hace unos días un festival de música: Gasteiz Calling. La actividad fue organizada por gente de nuestro territorio: el equipo de la Jimmy Jazz. Si a eso le sumas que era un festi de nuevo cuño y que se puso en marcha sin chupar del grifo institucional, la iniciativa es para quitarse el sombrero. Por todo ello, por ser este nuevo festival una iniciativa privada que surge del territorio siendo, asimismo, autogestionada, hay que dar la enhorabuena a la organización. Que ha demostrado -pues además vendieron todas las entradas- que un festival puede ser rentable desde el ámbito privado y sin apoyos institucionales.