Madrid - A la escritora Ángeles Caso le ha interesado “siempre” poner el foco “sobre la vida de las mujeres”, sobre todo de aquellas “más ocultas, más silenciadas, que han vivido en peores condiciones”, desde el convencimiento de que, a día de hoy, “en muchas cosas seguimos siendo personajes secundarios”. Y ese foco ilumina ahora, en su nueva novela, a tres mujeres, las hermanas Brontë, Charlotte, Emily y Anne, que pese a vivir en una sociedad, la victoriana, que apenas les permitía “rozar la vida”, ni por supuesto “disfrutar de toda su gloria”, lograron “hundir sus pies en ella, mancharse con su barro y su inmundicia”. Al menos, en sus novelas y poemas.

Ángeles Caso, que una vez más se reivindica como historiadora, escribe sobre las hermanas Brontë en Todo es fuego (Planeta), una novela que habla, en definitiva, de una pasión compartida: la escritura. Un veneno, una obsesión que dio como fruto una obra universal y todavía hoy vigente. Una obra que incluye poemas, “tensos, rotundos, alejados por completo de la blandura propia de lo que muchos consideraban poesía de mujeres”, destaca Ángeles Caso en su relato, y novelas como Jane Eyre, Cumbres Borrascosas o La inquilina de Wildfell Hall, todas ellas adelantadas a su tiempo. “Fueron capaces de hacerlo desde ese pequeño rinconcito del mundo que era su refugio, su hogar -la pequeña localidad de Haworth, en Yorkshire, un rincón pobre del norte de Inglaterra- y en un momento en el que la literatura es una cosa exclusiva de hombres”. Ahí, en su opinión, radica “el milagro de las Brönte”. Tres jóvenes raras, sí, “con ideas propias y aficiones peligrosas”, escribe, interesadas únicamente en el intelecto y la creación, y que desde muy pequeñas leyeron cuanto quisieron. “Tres mujeres extraordinarias cuyas condiciones de vida parecían ser las opuestas a las de las posibles autoras de libros tan llenos de pasión como los suyos”. Libros que se vieron obligadas a publicar ocultando que sus autoras eran mujeres -fingieron ser los hermanos Bell: Currer, Ellis y Acton- y que escribieron al calor de la chimenea del comedor de la rectoría en la que su padre, pastor de la iglesia de Inglaterra, y hombre de gran inteligencia y cultura, ejercía su misión pastoral. Y que hoy acoge un museo dedicado a las hermanas. Fue precisamente una visita hace tres años a este viejo edificio de piedra lo que provocó que Ángeles Caso decidiera meterse en la piel de las hermanas Brontë. “Soy muy mitómana; me gusta visitar casas de escritores, de músicos,...”.

Si hay algo de ellas que llamó la atención de Ángeles Caso es la pasión que existe en todo cuanto escribieron. “Una pasión que, como mujeres, tienen que hacer todo lo posible por apagar, que esconder, porque así se lo exige las estrictas normas de la sociedad victoriana. Es lo que más me impresiona de ellas”, insiste. A la escritora, periodista e historiadora asturiana, le sorprende “cómo todo lo que tenían dentro, que era mucho e intenso, toda la pasión, toda su inteligencia, su capacidad de reflexión, todo el bullicio de sentimientos, tuvieran que callarlo, que mantener en silencio, porque no estaba permitido”. “Me pongo en su pellejo -reflexiona- y creo que me hubiera pasado como a ellas, que me hubiera muerto jovencísima. Porque ¿cómo vivir con todo eso oculto? Imposible”. - Carlos Minguez