Venga, empecemos por el final. Cuéntenos algo del festival que no sepamos, de esos momentos que suceden detrás de las bambalinas y se quedan para ustedes.

-Es cierto, nunca suele dar tiempo a hablar de eso. Pero anécdotas hay miles. Y disgustos y sustos... Sin ir más lejos, el sábado de la semana pasada me llamó uno de los artistas, el francés Kamyleon, y me dijo que no sabía si iba a poder venir porque a su partenaire le acababan de operar de un derrame cerebral, que estaba en la UCI, que tendría que buscar a alguien que le sustituyese pero que si no encontraba a alguien con garantías no vendría. Una situación así a tan corto plazo es de infarto. Por suerte, al final estará aquí. También nos ha sucedido, por ejemplo, que se han perdido equipajes con todo lo imprescindible para los números. Pero bueno, al final se ha salido adelante. Después de tantísimos años de festival, nuestra capacidad de reacción es grande y, aunque con esfuerzo, podemos conseguir sustitutos de la misma calidad si alguien falla o hacer que las maletas acaben apareciendo a tiempo. Mira, voy a empezar a apuntarme las anécdotas. Hay muchísimas y sería interesante hablar un día sólo de eso.

Es que 27 años son media vida. Y es de suponer que si han durado tanto será porque se lo trabajan y porque a la gente le gusta la magia.

-Ésa es la clave del éxito, sí. Estas cosas sólo funcionan cuando se hacen con pasión. Y, sobre todo, con el apoyo del público. Me decían el otro día que tendríamos que poner una alfombra roja para las galas. Si la pusiéramos, sería para el público. El trabajo cuenta mucho y el respaldo de las instituciones es importante, pero sin el apoyo de los espectadores un festival de estas características no habría llegado hasta aquí, 27 años después.

Sabemos que Magialdia es el festival de ilusionismo más potente de Europa, ¿pero y si en vez de en Vitoria se celebrara en Nueva York, París o Roma...?

-Entonces sería la hostia, con perdón. Hay un gran festival a nivel mundial que se celebra cada tres años y que organiza la Federación Internacional de Sociedades Mágicas que Vitoria sería incapaz de llevar a cabo porque no tiene 3.500 plazas hoteleras. Pero tampoco pretendemos eso, ni de lejos. Tenemos nuestro festival, que tiene reconocimiento mundial... Y bueno, esto es como todo. ¿El festival de cine de San Sebastián lo conoce un tipo que vive en Pennsylvania? No, lo conoce la gente del mundo del cine, la industria, los aficionados... Pues Magialdia lo mismo. Hace unos años, la revista más importante del mundo mágico hizo un reportaje de Magialdia a cuatro páginas a color y la entrada era “París, Berlín, Londres... No, Vitoria, Capital europea de la Magia”.

¿Nuestras instituciones, que tanto gustan de eventos con proyección, son realmente conscientes de que Magialdia es así de grande?

-Creo que sí, porque si no, no recibiríamos su apoyo.

Hay otros festivales y otras iniciativas propagandísticas que se llevan bastante más apoyo.

-Eso también es cierto. No me quiero meter mucho ahí, porque son decisiones políticas, pero... El anterior concejal de Cultura, Iñaki García Calvo, dijo, está escrito, que este año habían conseguido no reducir los presupuestos de ningún festival, “bueno, menos el de Magialdia, que le hemos quitado un poquito”. Ha habido años en los que hemos tenido mucho presupuesto. Otros en los que no tanto. Ahora estamos en la tendencia de más a menos... La verdad es que hemos hecho encaje de bolillos durante unas cuantas ediciones para mantener la estructura del festival y que no se notara la reducción. Pero sí, Magialdia necesita un poquito más de apoyo. No pedimos más que un poquito.

¿Pero por qué cree que pasa eso? ¿La magia se considera un arte menor que no atrae dinero o qué?

-Sinceramente, no sé cuál es la razón que hace que a unos los traten de una manera y a otros de otra en Vitoria. Pero yo siempre digo que la magia es un arte escénico que, a diferencia de la música, el teatro, el cine o la televisión, no tiene una industria por detrás.

Y de ahí que mucha gente pueda decir de carrerilla cuatro nombres de futbolistas y no de magos.

-Exacto, aunque si a mí me lo preguntaras me pasaría al revés. Quizá algún histórico, pero poco más...

Luego están los que jalean patadas a un balón pero creen que la magia es un rollo friki, con perdón.

-De friki nada. La magia es un arte escénico, un patrimonio cultural. En la historia de la humanidad, es mucho más antigua que el fútbol, que la televisión, que el cine... El origen de la magia está documentado hace más de 4.000 años, en tiempos de los egipcios, en la época griega, en la romana, en la medieval... Cuando nace la imprenta, nacen los libros de magia. Que haya frikis en la magia, puede ser, pero frikis hay en todas partes. Fíjate, Juan Tamariz es el único mago en España, en la historia, que ha recibido la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes. Pero los reconocimientos llegan tarde, sí... Es verdad que está bastante extendida esa idea de que la magia es esa chorradita para entretener a los niños. Para nada. Es muchísimo más que eso.

A los que piensen así, que vayan la próxima semana al Teatro Principal o al Palacio Europa, ¿no?

-Claro. La actitud cambia mucho cuando se experimenta un gran espectáculo. Incluso cuando conoces el funcionamiento físico de la magia en el cerebro, te cambia mucho la forma de entenderla. En charlas que hemos dado nos ha pasado que gente que decía que no le gustaba la magia, después de saber cómo funciona, cómo se engaña a la percepción y los sentidos, quedarse fascinada y asegurar que esto es un arte.

Ah, ¿pero que hay gente a la que no le gusta la magia?

- Por supuesto. Como hay gente a la que no le gusta el fútbol o la tele. Hay gente para todo.

Y siguiendo con las comparaciones odiosas con el deporte rey, la magia también tenía su mano de Dios y ya nunca más volverá a visitar Vitoria.

-René Lavand... Tuvo una grandísima relación con Vitoria, profesional y personal. Yo, de hecho, tuve una gran amistad con él. Coincidimos en tantos sitios... Este año se nos fue y ha dejado un gran hueco. Por eso, en esta edición le haremos un pequeño homenaje con la proyección de un documental que se hizo hace unos años sobre su vida, que se titula El gran simulador, dirigido por Néstor Frenkel. Él mismo, el propio René, cuenta su vida, se le ve en su casa, fragmentos de sus actuaciones... Será el miércoles a las siete de la tarde en Artium y los comentarios correrán a cargo de Ramón Rioboó.

Ya que hemos empezado a hablar de algunas de las propuestas de este año, ¿qué es lo que la gente, sí o sí, no se puede perder, qué citas son imprescindibles?

-Todas, todas. Es que para mí es más el tipo de magia que quieras ver, que te apetezca ver, y eso ya depende de gustos. En mi caso, por ejemplo, lo más puro son las rutas de magia de cerca. Pero el teatro es el máximo exponente del ilusionismo, la tarjeta de visita del festival. El 60% son artistas que nunca antes han estado en España y todos los números de la gala del Principal, incluso de los que puedan repetir en Magialdia, son nuevos, preparados para la ocasión. Ningún artista que viene al festival lo hace como parada dentro de su gira. Vienen expresamente aquí y lo hacen con espectáculos creados ex profeso. Y eso es un privilegio.