Madrid - Cronista de los desfavorecidos y estandarte del cine francés más comprometido, Robert Guédiguian (Marsella, 1953) se adentra en el terreno de la fantasía optimista en El cumpleaños de Ariane, una “carta de amor” a su esposa y musa, la actriz Ariane Ascaride.

El autor de Las nieves del Kilimanjaro cambia el enfoque social por el escapista para contar la historia de Ariane, una mujer madura que, al verse sola en el día de su cumpleaños, emprende un viaje por la ciudad, que se convertirá en su particular e improvisada celebración de la vida. “Sigo pensando en la lucha colectiva, pero creo que en un sentido práctico e individual hay que ser revolucionario y anticonformista a diario, pensar y dudar sobre lo que hacemos cada día. Esta película pone el acento en esa rebelión individual”, afirma el director. Soñar, al fin y al cabo, como hace esa Ariane que monta en una moto con un chico desconocido y acaba atendiendo mesas en una evocadora taberna junto al mar -y hablando con una tortuga parlante-, es un requisito imprescindible para cualquier aspirante a revolucionario. “Hay que dejar de escuchar a la élite, a esa gente que nos hace pensar que el mundo es una fatalidad. Todo puede ser revolucionado, al nivel más pequeño y cotidiano”, sostiene el director y guionista que ha hecho de Marsella el escenario de prácticamente toda su obra y de su equipo de trabajo, una familia.

La propia Ariane Ascaride, Jean Pierre Darroussin -que aquí se reserva un pequeño papel de taxista-, Gerard Meylan -el dueño de la taberna- o Jacques Boudet, forman parte de esa troupe, a los que se unen Anaïs Demoustier -camarera-, o la sensual Lola Naymark -una joven prostituta-. “No fue algo premeditado”, asegura Guédiguian. “Hice mi primera película a los 25 años, al tiempo que trabajaba en una tesis sobre el movimiento obrero. Se fue formando una tropa artística, pero también ideológica. Este equipo ha permitido que se hicieran las películas, los considero coautores”.

el hilo de los sueños En gran medida, El cumpleaños de Ariane, además de ser un regalo para su esposa, que aparece prácticamente en cada plano, tiene un origen lúdico. “Después de varias películas muy serias, en particular El ejército del crimen y Las nieves del Kilimanjaro, tenía ganas de relajarme”, confiesa. “Quería divertirme, liberarme de las constricciones del relato normal, y también me apetecía mucho rodar una tormenta en el mar”. Su título original, En el hilo de Ariana, alude al mito de la heroína griega que se enamoró de Teseo y le ayudó a salir del laberinto. “La idea es que toda la película se desarrolla mediante un solo hilo, un sueño, no tiene un desarrollo y una dramaturgia clásicas. Por eso advierto desde el principio que se trata de una fantasía”, explica.

Aunque por otro lado, admite, al final, sus temas habituales -emigración, desempleo, feminismo, lucha- acaban saliendo a flote. “Quise librarme de ello pero no pude, es una película reconocible mía, no hay nada que hacer”.