Primera doble sesión de la trigésimo novena edición del Festival de Jazz de Gasteiz la que se vivió el miércoles por la noche en un Mendizorroza con buen aspecto en las gradas y un público que sobrevivió como pudo al intenso calor reinante. Mucha reforma pero igual de incómodo y sofocante. Ante el personal, dos músicos jóvenes aunque ya con recorrido a sus espaldas que si bien ofrecieron dos propuestas distintas en forma y fondo completaron una jornada interesante, aunque no redonda.
Le tocó abrir el camino a un James al que cada vez que vuelve a la capital alavesa se le nota un paso más dentro de su evolución como artista. Más tranquilo sobre las tablas, cada vez más dominante de la situación, cercano y consciente, el cantante, muy bien acompañado sobre todo por Takeshi Ohbayashi al piano y Solomon Dorsey al contrabajo, dejó claro en la hora y veinte minutos de actuación que calidad y calidez se unen en sus cuerdas vocales.
Con la formación que llevaba era imposible reproducir su último disco dedicado a Billie Holiday, pero sí hubo tiempo para escuchar algunos de los temas que lo componen, intercalados con otras composiciones, incluso de su primer disco, aquel The dreamer con el que hace ya unos años se estrenó en el Principal dentro de la sección Jazz del Siglo XXI. Y tal vez eso, ese popurri fue el mayor problema de su actuación ya que no consiguió generar una atmósfera determinada que terminase por llevar al personal por una senda definida.
Con todo, incluso a pesar de algún acople inicial, James demostró credenciales y crecimiento, cerrando él solo el concierto con un bis en el que se sirvió de un secuenciador para multiplicarse. Los presentes aplaudieron (varios puestos en pie) y tocó el momento de tomarse un respiro de 20 minutos.
Aunque no hubo colaboración entre ambos, al cantante y a Hiromi les dio tiempo en el descanso para sacarse una foto juntos antes de que la pianista japonesa hiciese acto de presencia junto a su The Trio Project. Que la intérprete de Hamamatsu es un torbellino es algo que el público vasco conoce bien. Y ahí, tal vez, radica su gran pega, ya que entre sus otros pasos por estas tierras y lo que sucedió el miércoles por la noche hay pocas diferencias.
Hiromi, que hizo gala de su castellano, exprimió cada segundo saturando el ambiente de notas, salvo en el tema que tocó sola. Energía y técnica no siempre coinciden, pero en ella se unen sin problemas y así lo demostró ante un respetable entregado que tras el perceptivo bis la despidió puesto en pie antes de volver a casa a eso de las 00.10 horas.