Primera cita de la trigésimo novena edición del Festival de Jazz de Gasteiz la que se vivió el martes por la noche en un Mendizorroza con más de tres cuartos de entrada y el público, por lo menos en su mayoría, dispuesto a dar palmas y dejarse llevar. Todo ello para asistir a un concierto dividido en dos partes de Tina Brown & The Gospel Messengers dentro de la tradicional Noche Gospel.
Es indudable que el público responde año tras año a este reclamo (también es la actuación en el polideportivo con las entradas más baratas) y que en la mayoría de las ocasiones la cita cuenta con grupos a los que desde un punto de vista técnico poco o nada se puede reprochar, pero eso no es óbice para tener la sensación una edición más de que esta fórmula hace tiempo que está agotada. Cómo no, como esta historia ya está más que contada y escuchada, fue imposible no terminar con el Oh Happy Day. Eso sí, todo hay que decirlo, el personal puesto en pie y aplaudiendo.
De blanco impoluto, Brown y compañía salieron al escenario a eso de las 20.30 horas sabiendo desde el principio qué tenían que hacer para meterse rápido a los espectadores en el bolsillo. Además, los presentes estaban por la labor. Así que a lo largo de una hora, más o menos, se fueron sucediendo los himnos, dejando la cantante que cada uno de sus acompañantes tuvieran su momento de protagonismo, incluso sobreviviendo a la insufrible presencia del piano en instantes que no lo necesitaban.
Tras un descanso de unos 20 minutos para poner a prueba tanto a los nuevos baños del supuestamente remozado Mendizorroza (un chiste mal contado hasta que no se haga una reforma de verdad empezando por las viejas e incómodas sillas) como a los camareros de la zona del bar, el grupo volvió a la carga durante 40 minutos más y aquí sí se dieron un par de instantes interesantes en los que se pudo apreciar mejor la calidez, intensidad y técnica que tienen las voces de esta formación nacida para encumbrar a una Brown algo menos preocupada en ese instante porque el público cantase y diese palmas. Incluso se produjo la primera colaboración de este año entre músicos que conforman el cartel oficial. La cantante invitó al pianista Eric Reed, que hasta el sábado está en el Jazz de Medianoche con su trío, a subirse a las tablas para interpretar juntos una única canción. Eso sí, fue terminar y el de Filadelfia salió corriendo camino al Canciller Ayala.
Claro que la alegría dura poco en la casa del pobre, y llegó la recta final de nuevo con los juegos con el respetable para que aportase su granito de arena coral, las palmas otra vez y los clásicos repetidos una y mil veces. Para las 22.30 horas, todo el mundo a casa tras el ya mencionado bis final. Así es evidente que hay Noche Gospel para rato puesto que los espectadores responden y, en la mayoría de los casos, disfrutan. Pero fue salir del polideportivo con la sensación de ya haber estado unas cuantas veces en la misma iglesia.