Vitoria - A lo largo de dos meses, un total de 18 mujeres se pusieron frente a su cámara. Dos son las características que les unen. Por un lado, todas ellas residen en Miami, lugar en el que también ha vivido Patricia González Osorio y lugar en el que se ha podido ver ya este proyecto. Por otro, son madres, algo que en las imágenes para las que posan se simboliza con el uso de un mismo pañuelo. En todo lo demás, la diversidad es la tónica general: procedencia, edad, religión, intereses... Así se configura Rostro de mujer: la fuera de una mirada, propuesta fotográfica que desde ayer hasta el próximo día 30 se puede ver en la sala Luis de Ajuria.

No hay retoques, ni alteraciones de ningún tipo. Es más, con la intención de no ofrecer demasiados detalles que pudieran en un momento dado distraer, la fotógrafa opta por el blanco y negro. En todos los retratos la pose es igual, con el mismo pañuelo ya que lo que se quiere poner en primer plano es la personalidad que transmiten las caras de mujeres como Silvia, Astou, Ingrid, Mariella, María, Gina... personas de diferentes continentes con los que realizar fotografías “íntimas, directas, casi familiares”, como explica la propia creadora, que admite que el proyecto sigue abierto tanto en su producción como, por supuesto, en su fase expositiva.

“Más allá de sus diferencias, son el pilar fundamental de la sociedad”, un papel que González Osorio quiere destacar y compartir con el público, al que, eso sí, también le pide tomar un papel activo dentro de la muestra. De hecho, para ello ha colocado un libro a la entrada de la sala donde si invita al visitante a que exprese por escrito las impresiones que ha obtenido delante de alguna de las instantáneas. “No todos miramos de la misma manera. Ellas no lo hacen y nosotros tampoco. Donde yo puedo ver unos valores, otras personas pueden observar otros y lo que espero es que la gente pueda contarlos en estas páginas, siempre en positivo”.

De esta manera, la muestra quiere ser “un grito de esperanza que pretende mostrar al mundo que sin nosotras, las madres, la vida no podría continuar. Es una reivindicación a nuestro derecho de educar, de guiar y de enseñar los valores fundamentales que toda sociedad necesita para poder sobrevivir a sí misma: amor, bondad, entrega, generosidad, justicia, solidaridad, honradez, perdón, etc. Valores que una madre ejercita a diario, que se mantienen firmes en el tiempo desde el mismo momento en que pasa de mujer a madre”, explica.