Vitoria - Un buen día de hace unos cuatro años, en un tiempo en el que “estaba padeciendo un poco de depresión, de angustia”, subió al desván de casa. Estaba oscuro así que encendió una cerilla y se encontró con una vieja lámpara que estaba en el suelo boca arriba que al alumbrarla “dibujó una especie de corazón”. “Cuando bajé, empecé a pensar en la eternidad de las cosas, en cómo aquel objeto que estaba en desuso me había dado luz”. En pocos días, sin llegar a la semana, los versos que componen su nuevo poemario ya estaban listos. Esta semana, Roberto Lastre comparte esas palabras con los lectores.

De hecho, los primeros que quieran acercarse a su nueva propuesta poética tras la novela Muerto vivace no tendrán que esperar mucho. Este miércoles a las 20.30 horas en la céntrica Taberna Clásica se procederá “al bautizo” de Eternidad de una lámpara (Arte Activo). “A partir de aquella experiencia empecé a ver corazones en los cabellos en el suelo, en los pétalos que se caían de la maceta de flores que tengo en casa, en la luz que hay entre dos cuerpos que se besan... Empecé a ver la vida de otra manera gracias a esa lámpara. Hasta ese día no había pensado en la utilidad de la ausencia, de lo que no está. Ahora salgo a la calle y descubro que todo es música, ritmo, que el mundo está en armonía y que vivimos casi siempre de espaldas a ella. Quedarte en silencio, escuchar y ver que el mundo busca su propio equilibrio es importante”, reflexiona el escritor y editor cubano afincado en la capital alavesa.

En un poema dividido en cuatro partes, Lastre quiere narrar “la historia del descubrimiento de cómo yo o el sujeto poético se encuentra a sí mismo a partir de la revelación que le da una lámpara en un desván. Eso me da pie a pensar en el abandono, en el que practicamos con nosotros mismos y con los otros, por ejemplo, en el caso de la pareja, a la que no le decimos todo lo que deberíamos. ¿Cuántas cosas no he dicho y debería haber dicho? ¿Cuánta poesía debería haber encontrado que no he hallado aún? Es como una interrogación de la existencia desde la perspectiva de que todo es mejor de lo que uno piensa, que todo es más bello, que está rodeado de amor, que siempre nos va a faltar mucho amor por dar”.

Además, el autor apunta que entre su nueva propuesta se encuentra también “la amenaza que es la indiferencia o el olvido, que en el poemario lo asocio al ruido. El ruido no te deja reflexionar, pensar, mirar las calles, observar todo lo bueno que hay en la vida cotidiana”, al tiempo que reivindica la necesidad del silencio ya que “una de las cegueras que tenemos es que no vemos la ausencia”.

En un tono optimista, Lastre asegura que “ahora estoy más preparado para la tristeza porque he encontrado un método para superarla”. “La felicidad, si es que existe, está en comprender y asumir que lo presente está asociado con lo ausente, que lo que tienes está asociado con lo que te falta. Si consigues encontrar el equilibrio ahí, puedes disfrutar más de la vida. La moneda siempre tiene dos caras”.

De todas formas, ahora llega el momento de encontrarse con el otro, con un lector del que el autor espera que “no agote el poemario en una sola lectura, que le sirva en diferentes circunstancias de la vida. Me gustaría también que le ayude a sentirse mejor en un momento determinado, aunque no es un libro de autoayuda. La poesía siempre ha sido un sustento espiritual. La poesía tiene que tener un fondo”, y en este caso él considera que Eternidad de una lámpara “tiene una musicalidad, una unidad interna, es como un poema sinfónico”.

De todas formas, el camino de Lastre no se detiene. El de editor, para nada. El de escritor, tampoco. Más allá de un proyecto en común con Ramón Loza y de un libro de memorias que quiere construir con su familia y amigos, Lastre lleva diez años construyendo una novela que le está exigiendo un gran trabajo de estudio y documentación. “El lector se está volviendo más exigente y está buscando libros con fundamento”, describe.