hay eventos de variada naturaleza que deben su éxito al tratamiento que la tele hace de ellos. La tele magnifica lo que ocurre y por ello los derechos de tele se cotizan al alza ante la acumulación de audiencias millonarias. En cambio hay otros actos que la televisión no descubre, potencia o realza, sino que están consolidados, pero que la tele los convierte en cita ineludible de las retransmisiones televisivas. Ejemplo patente de esta realidad lo tenemos en los tradicionales encierros de Pamplona durante ocho mañanas del mes juliano. Los encierros son muy anteriores en el tiempo a la aparición del medio televisivo y su arraigo en la sociedad pamplonesa y navarra hace que sean elementos señalados de esta fiesta sin igual para nativos y foráneos que saben integrarse en los ritmos y modos de la fiesta. La retransmisión del encierro mañanero es momento obligado para la tele que se hace con los derechos de imagen, propiedad de la Casa de Misericordia pamplonesa, y tradicionalmente ha sido TVE la encargada de servirlos con espectacular despliegue de cámaras y profesionales y la inconfundible voz del profesional pamplonés Javier Solano, conocedor de los intríngulis del correr, un encierro en sus diferenciados tramos. En este caso, la tele no ha descubierto el acontecimiento, sino que ha potenciado y expandido la fuerza narrativa de una carrera plagada de obstáculos e imprevistos. Cámaras cenitales, superlentas y habituales proporcionan repeticiones generosas, fuente informativa de primer orden, que enriquecen un producto televisivo idóneo, vibrante y espectacular y que proporcionan audiencias entregadas que demuestran la pujanza mediática de un acto nacido sin tele, pero recrecido por la tele que una vez más polarizará al personal a las ocho de la mañana en las medievales calles de la vieja Iruña.
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