Es el momento de regresar a casa. Los más afortunados, los azkeneros alaveses, ya descansan. Pero hay a muchos otros, miles de hecho, a los que les queda un camino por delante para regresar a sus lugares de origen después de convertir durante 48 horas a Gasteiz en su capital del rock. Atrás quedan sonidos, vivencias, conversaciones, alguna que otra locura, no pocos pintxos y brindis, y, ante todo, la sensación generalizada de que el Azkena Rock Festival ha vuelto a cumplir las expectativas, más allá de que siempre se puede y debe exigir más al certamen. De hecho, se han dado quejas por el sonido del primer escenario, por la falta de urinarios, por las pocas barras dentro del recinto y otras cuestiones que la organización deberá tener en cuenta de cara a futuro.
Como, por fortuna, las tormentas no han querido ser protagonistas y se han recuperado escenarios como el de la Virgen Blanca, las oportunidades para encontrarse con viejos conocidos de la cita y nuevas caras se han multiplicado. Es el caso del donostiarra Alfredo, que camino de los 40 no falla desde hace ya unos años. “Vengo bastante a menudo a Vitoria porque aunque allí parezca que hay movimiento de conciertos, suelo caer por Helldorado y la Jimmy bastante”. Él es de los de ir a dormir a casa de unos colegas gasteiztarras para vivir un festival “que siempre me ofrece cosas, sobre todo nuevas. Y juerga... mucha”, ríe. Comparte con Montes, asturiano al que saca unos años pero con el que ha coincidido en la capital alavesa ya tres ARF, en que “este año hemos mejorado mucho en cuanto a organizarnos para venir; que dijeran tan pronto las fechas nos vino genial para juntar a todos los que íbamos a venir y buscar alojamiento. Pero vamos a ver lo que les duran estas intenciones”, dice el estudiante que, por el camino, también pregunta él: “¿lo del cambio aquí en el Ayuntamiento, nos va a joder o no?”.
Las que han estrenado camping este año han sido Lucía y las tres amigas con las que ha venido desde Madrid (bueno, hoy les toca regresar en tren) por cuarta vez en el último lustro. “Hombre, lo de los 5 euritos extra se los podían haber ahorrado, con 2 o 3... pero bueno, nos lo podemos permitir”, ríe. “No tener que subir la cuesta de piedras es un lujo y se han mejorado cosas, pero estás hablando del camping de un festival, ya sabes que no es el Hilton. Además, hemos estado un poco apretados, debería ser más grande”. Como Alfredo y Montes, ella también destaca que el cartel de este año “sin ser radicalmente distinto con respecto a los dos últimos años, sí tiene más cositas, parece estar hecho con más cariño y dedicación”, aunque, y ha sido un comentario generalizado, espera que el Azkena “recupere más pronto que tarde el tercer día porque con dos nos quedamos con demasiadas ganas”.
Más allá de las discusiones sobre si el sábado necesitaba otro cabeza de cartel o si Mastodon era una buena opción, o si el hecho de quitar la carpa del segundo escenario ha mejorado el sonido o no (se ha llevado más críticas el primero), son unas cuantas voces las que no terminan de ver adecuados los solapes o, por lo menos, la coincidencia exacta de horarios. Juanjo, que llega desde Valencia, dice, por ejemplo, que “lo de Red Fang y Reigning Sound ha sido matador”.