Vitoria - Miren Urbieta (Donostia, 1983) todavía no acaba de asimilarlo. A la joven soprano le llueven las felicitaciones. No es para menos. Todavía resuenan en sus oídos los gritos de Bravo que escuchó cuando recogió el premio a la mejor cantante revelación en la temporada lírica 2013-2014 en el teatro Campoamor de Oviedo, uno de los premios más relevantes del panorama operísticos, semejantes a los Goya del cine y los Max del teatro. Urbieta ganó el segundo premio del Concurso Internacional de Canto de Bilbao en 2012 y el premio especial que otorgaba ABAO, que consistía en interpretar un papel en su temporada. “Me ofrecieron el rol de Liù, en Turandot, que ha sido una de las mejores oportunidades que he tenido en mi vida. Participar en esta ópera de Puccini me dio la posibilidad de demostrar cómo canto, cómo actúo y cómo me desenvuelvo en un escenario”, explica entusiasmada esta soprano, cuya actividad docente pasa por Gasteiz ya que es profesora de canto en el Conservatorio de Música Jesús Guridi.

Una oportunidad que le ha facilitado compartir escenario durante la gala en Oviedo con nombres como el barítono Carlos Álvarez, Zubin Mehta o Jaime Aragall.

-Yo soy la cantante revelación, pero estar en cartel al lado de nombres de la lírica de primera línea es un lujo. Realmente, todavía estoy digiriéndolo.

Cuando recibió el premio, cantó un aria de la ópera ‘Rusalka’, de Antoni Dvorak. ¿Por qué?

-Cuando me notificaron que había obtenido este galardón, me pidieron que cantara un aria. Elegí La Canción a la Luna de esta ópera de Dvorak porque pensé que había que ofrecer algo que dominase y que, a la vez, me posibilitara demostrar mis mejores cualidades. Esta aria tiene una línea de agudos muy importante y creo que ensalza mis cualidades vocales. Además, la atmósfera que se crea con el sonido de la orquesta es mágica. El presentador bajó cantando al patio de butacas, donde yo estaba sentada, y yo canté desde ahí. Fue muy especial.

Fue una de las más aplaudidas por el público...

-Hubo una reacción muy positiva, todas las actuaciones fueron de muchísimo nivel, pero quizá yo era la más desconocida, por eso me convertí en la sorpresa de la noche. Fue la mayor audición que pude hacer en mi vida. En esa gala estaban todos los directores de teatro del estado. Resulta complicadísimo realizar audiciones en un teatro y yo tuve la oportunidad de que todos esos directores me vieran. Elegí una pieza muy especial, tenía que demostrar y dar la talla.

¿Siempre ha querido ser cantante lírica?

-Siempre he sabido que quería dedicarme al mundo de la música, pero la decisión de convertirme en soprano ha sido posterior. Empecé a cantar con tan solo seis años, en la Escolanía del Corazón de María, porque mi profesor de música me lo sugirió. Comencé a estudiar también txistu y más tarde, lo cambié por el clarinete, del que hice el grado medio a la vez que estudiaba Magisterio en Educación Musical porque siempre me ha gustado la enseñanza. Fue entonces cuando todos -mis profesores de canto, mis compañeros, mis amigos...- empezaron a convencerme para que hiciera estudios superiores de Canto. Si soy sincera, no me lo había planteado en la vida. No me veía cantando en un teatro. Pero al final, me decidí y descubrí en Musikene el mundo de la ópera. En esos cuatro años, aprendí tanto que me enganchó.

Ha dirigido además el mismo coro en el que cantó de niña y más tarde, el Orfeoi Txiki, la agrupación de niños del Orfeón Donostiarra. ¿Las corales vascas son buena cantera para la lírica?

-En las corales, hay muy buenas voces. En el País Vasco, existe mucha afición, aunque últimamente se está perdiendo un poco porque en la escuela ya no se canta tanto como antes. Recuerdo que de niña cantaba en la escuela, en los coros, en el coche con mis padres, con mis tíos... Ahora, las familias ponen el DVD y música en Internet. Pero el que tuvo, retuvo, y afortunadamente aquí seguimos teniendo coros no profesionales muy buenos, reconocidos a nivel internacional.

¿Su familia se echó las manos a la cabeza cuando les comentó que quería dedicarse a la lírica?

-Mi familia me apoyó en todo momento; es verdad que es una profesión muy complicada, pero siempre digo que los que nos dedicamos a esto nos mueve tal pasión que hace que sigamos adelante. Yo lo peleo cada día. Pero la vida está llena de elecciones.

¿Recuerda la primera vez que se subió como solista a un escenario?

-Por supuesto. Fue en el Ayuntamiento de Donostia junto a la Agrupación Lírica Itxaso. Tenía 22 años y estaba estudiando en Musikene. Fue la primera vez que me tuve que comprar un vestido “de soprano”.

En su incipiente carrera, ha recibido primeros premios en concursos estatales e internacionales. ¿Le han abierto muchas puertas?

-Ha sido mi manera de darme a conocer. Siempre me presento a estos concursos, primero, porque me suponen un gran reto ya que tengo que preparar los repertorios a muy alto nivel, y luego, porque pienso que alguien del jurado se puede fijar en mí y aunque no me den un premio, a lo mejor me ofrecen cantar en un teatro. Es una forma de abrirme camino.

¿Durante ese camino, ha tenido que renunciar a muchas cosas?

-No tengo esa sensación, pero es cierto, que esta carrera exige muchos esfuerzos y muchas horas de estudio. Es como la de los deportistas de élite, hay que entrenar la voz todos los días aunque no haya concierto; hay que cuidarla, tratarla bien, darla también descanso... Si no tienes disciplina de estudio, pierdes facultades. También hay que estudiar lingüística, porque debes cantar repertorio en diferentes idiomas, lo que requiere una rigurosidad con la fonética. Hay que trabajar mucho la memoria; la parte de arte dramático... Es una carrera de fondo.

Además de su éxito en roles como Liú, de ‘Turandot’, para la ABAO y Annina, en ‘La Traviata’, que interpretó en el Liceu, en su currículum figura mucha zarzuela...

-He interpretado mucha en Donostia gracias a la Asociación lírica Sasibill. He encarnado papeles como Ana Mari, de El Caserío, de Guridi (Victoria Eugenia de Donostia y Campos Elíseos de Bilbao); L’Antonelli, de El dúo de la africana; Katiuska, de Sorozabal; Rosaura, de Los gavilanes, de Guerrero...; Carola, de La alegría de la huerta, de Chueca... Estoy muy agradecida a la zarzuela, me ha dado muchas tablas. Para mí era un género muy desconocido, pero fue empezar a cantarlo y me gustó mucho.

Colabora también habitualmente con las orquestas vascas...

-La BOS me dio la oportunidad en 2009, recién salida de Musikene, de interpretar un gran repertorio en Balmaseda. He realizado también con la Orquesta Sinfónica de Bilbao otras colaboraciones, como los conciertos de verano. Con la Sinfónica de Euskadi, acabo de realizar un proyecto que me hacía también mucha ilusión, participar en el reestreno en versión concierto de la ópera La Llama de José María Usandizaga en el centenario de su fallecimiento. Y en mayo, volveré a cantar acompañada de la OSE una obra de Usandizaga en el concierto de clausura de Musikaste en Rentería. Me siento muy bien tratada por las orquestas vascas.

¿Cómo ve el panorama operístico actual?

-La situación es complicada, los teatros se las ven y se las desean para sacar adelante la temporada de ópera. Me gustaría pensar que la situación va a ir a mejor, pero no lo creo. Los teatros están aprendiendo a amoldarse con lo que hay, pero no debería ser así. No deberíamos dejar de apoyar a la cultura.

Muchas salas en todo el mundo sufren la crisis económica y la pérdida de público? ¿Se le ocurren estrategias para atraer nuevos públicos a la ópera?

-La clave está siempre en la educación. El mayor problema es que cada vez se imparte menos música desde la escuela primaria. Y si no la enseñas desde niño, es difícil crear afición. Los jóvenes crecen además con una serie de estereotipos sobre la ópera que no son reales. Los cantantes no somos gente del siglo XVIII, existen una serie de clichés que no conseguimos eliminar y que parece que se van transmitiendo al público que no es asiduo al mundo lírico. Desde el colegio hay que aprender canto, lírica y música clásica. La experiencia que tengo es que esto engancha. Además, vivimos en una sociedad muy visual y las óperas se han amoldado a ello, los cantantes tentemos que ser muy buenos actores, el vestuario está hecho con una espectacularidad y medios extraordinarios, los efectos visuales son increíbles...

¿Cómo ve su carrera dentro de diez años? ¿Sueña con cantar en los grandes templos de la ópera?

-Por supuesto que sueño con el Scala de Milán, con el Metropolitan de Nueva York, pero realmente no lo considero metas que tenga que conseguir. Para mí es más importante que dentro de 10 años siga teniendo trabajo, que tenga una buena técnica y mi voz siga bien. Hay que disfrutar de los momentos, solo llegan a la Scala unos pocos y pensar todo el tiempo en ello genera frustración. Aunque, obviamente, si me llaman, será motivo de celebración. Pero al leer entrevistas de cantantes como Ainhoa Arteta, que este año ha debutado en seis papeles diferentes, pienso que no me preocupa tanto dónde voy a cantar ni con quién, sino conseguir esa gran evolución y madurez vocal, que me permita seguir pisando los escenarios más fuerte y más segura que nunca.