Bilbao - Ha participado en Gutun Zuria en el Azkuna Zentroa (Alhóndiga) para hablar de Eros y la relación del erotismo en la literatura. Autora de novelas como Todos se van, Nunca fui primera dama o Negra, Wendy Guerra vive en La Habana rodeada de un silencio espeso sobre su obra y su persona. Sus libros han sido traducidos a trece idiomas pero no se publican en Cuba, circulan entre determinadas elites a modo de fotocopias. Wendy Guerra tiene 44 años, pero no los aparenta, y dice que su imagen no es fruto de pactos demoniacos: “Vivo con el diablo pero no he pactado con él”, dice rotunda al terminar la entrevista.

¿Profeta en su tierra?

-Al contrario. Vivo en un país, al margen de lo político y, guste o no, de grandes escritores. Es difícil ser profeta en un lugar donde Guillén escribió lo que escribió. Es difícil ser profeta en un país de grandes poetas y grandes hacedores.

No se publican los libros que escribe pero sí es leída en Cuba.

-Se fotocopian los libros en Cuba, pero eso lo puede hacer una elite, muy poca gente puede acceder a estas copias, no todos tienen computadora, es un porcentaje muy pequeño el que tiene correo electrónico y es muy pequeño el número de personas que puede acceder a un mundo digital.

¿Qué representa la cultura en la Cuba de hoy?

-La gente sueña, baila, canta. El cubano está formado en el arte y cuando sale quiere ir conciertos, comprar una película, aunque la película sea pirata. Al cubano le nace cantar, bailar, pintar. Existe ese espíritu y luego está la vida doméstica, que es muy difícil.

¿Cómo es la vida real?

-Muy difícil en lo doméstico, hay que pensar en cómo comer, qué comer, cómo resolver para comer. Sin embargo, a pesar de estar desorientados hacia el futuro, se hace todo con mucho arte, porque en Cuba existe el arte de sobrevivir.

¿Se notan nuevos aires en Cuba?

-Sí. Yo siempre he sido medio antiimperialista, con reservas hacia Estados Unidos, pero con Obama siento otra cosa. En mi país hay más caras de esperanza, hay muchas viejitas que tienen el anhelo de volver a ver a sus hijos que se fueron de Cuba hace muchos años. Se está descongelando esa cortina de humo.

¿Por qué no se publican sus obras en Cuba si no hablan de política, y no critican explícitamente la situación de su país?

-No hace falta. Hablan de sobrevivir, de dónde comen los cubanos, qué comen, qué ropa se ponen, dónde hacen el amor los personajes. Es algo que no gusta a las autoridades, buscan que vayamos al exilio.

¿Hay una orden de silencio sobre usted?

-No hay nada escrito, pero yo entro en el edificio del Instituto del Libro en La Habana y nadie se dirige a mí diciendo: Usted es Wendy Guerra. Es algo que me ha pasado hace unos minutos, antes de empezar esta entrevista, aquí en Bilbao.

¿Se habla de política en Cuba?

-En voz baja. Soy hija única, mis padres murieron, tengo marido, pero no tengo hijos y siento que La Habana es mi familia. Cuando leo sobre ella, veo a La Habana como a mi familia en bronca, mi familia discutiendo, mi familia haciendo una apertura con Estados Unidos, mi familia enfadada? Y pienso: ¡Qué jodida está mi familia! Siento que no podría abandonar Cuba nunca.

Entra y sale a su antojo, en eso es una privilegiada.

-No voy a decirle que no. Es curioso, hay disidentes que entran y salen. El artista Víctor Aldo Menéndez no pudo entrar, no sabemos dónde está el límite. El día que yo no pueda entrar sentiré que es como si mi madre me hubiera cerrado la puerta.

Este año Gutun Zuria tiene como lema el amor y sus derivadas en el erotismo.

-¡Qué bueno! Me gusta. El cuerpo es el único espacio real de libertad en Cuba, es algo que te pertenece a ti. En un país donde todo está organizado en una lista el cuerpo es un espacio de plenitud, libertad y hasta libertinaje.

¿Naturalidad corporal?

-Más o menos. Tú podías desnudarte en una escuela y posar para un compañero que estaba haciendo un ejercicio de dibujo; podías hacer el amor, no hay problemas para eso. Lo podías hacer todo si no eras homosexual, cuidado ahí, eso es peligroso.

¿Se complicaban mucho las relaciones en ese sentido?

-Te lo digo por experiencia. Yo no soy gay, pero mi madre era bisexual y eso estaba muy penado, parametrado, era muy jodido, terrible? Cambiaba la vida si a una mujer la veían con otra mujer o a un hombre con otro. En el tema heterosexual todo era diferente, encontrarte haciendo el amor era como un homenaje, era una medalla. Lo que haces en Cuba con tu cuerpo es como tu espacio de rebeldía.

Es un concepto curioso, la libertad de un país a través del uso del cuerpo. No se puede hablar o criticar al Estado pero sí buscar una salida a través del erotismo.

-Si estás atenta, una vez selladas todas las posibilidades de salida a alguna parte, lo que te queda es el cuerpo: salías por el cuerpo, entrabas por el cuerpo. El cuerpo en Cuba es como un pasadizo secreto a voces.

¿Cómo es el erotismo de su literatura?

-No he querido seguir la saga de los grandes escritores eróticos de mi país, quizá no tengo el suficiente calibre vivencial para hacerlo. Pero sí que existe erotismo en mi novela, el mío.

¿Cómo es su erotismo?

-Vivo el erotismo muy japonés, que es muy para adentro: no lo cuento, no lo digo. La literatura es como una gota de aceite en el mar y voy abriendo lo que siento. No soy un demonio literario dentro del erotismo como lo es Pedro Juan Gutiérrez. Soy una mujer con un erotismo interior muy fuerte, eso me gusta. Tú puedes ver cómo bailamos, está muy bien, pero yo defiendo el erotismo individual de los cubanos, es maravilloso, pero también muy complicado. Me gusta mucho meterme en la vida secreta de los cubanos, aunque aparentemente no tenemos secretos, todo lo contamos.