Vitoria - El pasado jueves se celebró el Día del Libro y fueron muchas las tiendas especializadas que sacaron sus baldas a las calles de la capital alavesa ofreciendo el habitual descuento del 10%. Cumplieron así con una tradición que se desarrolla en múltiples ciudades del mundo, aunque en el caso de Gasteiz, el Gremio de Libreros de Álava tiene su propia agenda, que pasa por celebrar su feria en el fin de semana anterior o posterior a la jornada oficial, siempre y cuando no coincidan, con la intención de atraer a más público. Así que hoy y mañana la Plaza Nueva se llenará de ejemplares de todo tipo de temáticas, estilos, géneros y precios.

En concreto, los nueve puestos participantes estarán abiertos ambas jornadas entre las 10.00 y las 21.00 horas en horario ininterrumpido, coincidiendo además el domingo al mediodía con la celebración de una nueva edición del Así baila Vitoria con motivo del Día Internacional de la Danza. Más allá de los descuentos, los libreros participantes contarán con la colaboración de la asociación de floristas de Álava, que va a donar 1.000 claveles con la intención de imitar de alguna manera la tradición que cada 23 de abril se lleva a cabo en Cataluña.

Asimismo, aunque el gremio no ha facilitado ninguna información en este sentido, los lectores podrán encontrarse también con algunos escritores cercanos y también llegados de otros territorios a lo largo de la feria, autores con los que compartir conversación y experiencias, sin olvidar los habituales autógrafos.

Uno de los nombres propios que estará hoy en la capital alavesa será el de Patxi Irurzun, que acudirá a presentar su último título, un Pan duro que Pamiela acaba de editar.

El escritor y colaborador de la revista ON del Grupo Noticias ha dejado a un lado su humor más adulto para hundir sus teclas en una historia que bebe del realismo mágico, radicada en el cuasi imaginario pueblo de Zarraluki, un montañoso lugar que cuenta con faro y equipo de remeros.

Irurzun configura las desventuras de Puravida, una quinceañera que hace honor a su nombre, y de su padre, vendedor ambulante de los más extraordinarios enseres, como las archifamosas sandalias con capota para los días de lluvia. A esta pareja se le suma la relación entre el panadero y la profesora de Zarraluki, eje sobre el que gira la vida de este pueblo habitado por jóvenes de 113 años como Oihan. “Esta novela se ha amasado con diferentes ingredientes, ideas, casualidades, que he ido echando en la bolsa del pan duro durante algún tiempo. Una de ellas, la que me llevó a escribir el libro, surgió durante una temporada en la que estuve viviendo en un pueblecito del Goierri en el que había un bar rockero que tenía un inconveniente y es que cuando el dueño se enfadaba con su novia, lo cerraba”.