Tras una vida nutrida de anécdotas personales que lo acercaron al mundo mágico de sus novelas, Gabriel García Márquez falleció hace un año convertido en un personaje mítico, como lo recuerdan sus allegados en México, país en el que vivió sus últimos años. Y es que en sus 87 años de vida el colombiano fue haciéndose a sí mismo no solo como el gran maestro del realismo mágico, sino como un personaje fabuloso, todo un mito. “Él me enseñó que los límites de la literatura y la realidad no existen”, contó a Efe la directora del Instituto Nacional de Bellas Artes, Cristina García Cepeda. Ella tuvo “el privilegio” de contar con su amistad durante sus últimos años de vida y hoy cuenta: “no se ha ido, sigue entre nosotros, sigue en mi alma y en mi ser y lo recuerdo cada día más”.

Cuenta su también amiga, la escritora Ángeles Mastretta, que en una cena entre amigos en la ciudad caribeña empezaron a acercársele seguidores para fotografiarse con él y acabó recibiéndolos hasta altas horas de la madrugada.

“Mercedes (Barcha, su esposa) llamaba a esto ‘el santísimo está expuesto”, recordaba Mastretta en uno de los homenajes que el escritor ha recibido este año. “Gabo fue un hombre cuyo andar por el mundo era un hermoso ejemplo, era amigo de la humanidad”, tenía una gran “capacidad de fraternizar que nacía de su pasión por la vida (...) convivía con la literatura y con los seres humanos”, dijo García Cepeda.

La directora del INBA coincidió con el escritor en más de un concierto en el Auditorio Nacional, en el que siempre acababa convirtiéndose en el protagonista oculto entre la multitud. La música era la otra gran pasión del colombiano.

“Él, más en serio que en broma, decía que Cien años de soledad es un vallenato de 400 páginas y El amor en los tiempos del cólera, un bolero de 380”, expuso García Cepeda.

Desde que El Gabo murió, solo en México se han vendido casi medio millón de libros del maestro del realismo mágico. Su muerte ha revitalizado su obra y cada vez más personas saben del día en que Aureliano Buendía fue a conocer el hielo, del amor eterno de Florentino Ariza por Fermina Daza o de la paciencia sin límites del coronel por recibir su pensión.

Como Úrsula Iguarán, uno de los personajes de Cien años de soledad, García Márquez murió en Jueves Santo, y si de algo ha servido este año sin él es para crecer el mito, multiplicarse las anécdotas de quienes lo conocieron, las historias que contaba, algunas reales, otras inventadas y otras adornadas por su prodigiosa imaginación.

“Un escritor tiene dos historias, una real, de dónde nació y qué estudio... y la otra es la historia inventada, la historia alternativa y estamos creando una mitología fascinante de García Márquez”, contó a Efe el escritor mexicano Elmer Mendoza. Él escuchó una vez que Gabo contaba que a uno de sus hijos le suspendieron una asignatura por defender que los motivos de que el Coronel (El coronel no tiene quien le escriba) no quisiera matar al gallo es porque lo consideraba de la buena suerte. “Yo le conté eso a su hijo en una cena en París y se murió de la risa. ‘Es que mi papa se lo inventaba todo’, me dijo”, reveló Mendoza. Según el escritor mexicano, “un autor tiene que contribuir a crear su mitología, una mitología que tiene que ver con su creación, sus propias verdades no tienen que pertenecer al mundo de la realidad”.

Y el mito de El general en su laberinto. “A mí me contaron que él decía que una noche llegó a Cartagena y no sabía dónde quedarse y entonces durmió en una plaza. Cansado, triste, sucio, había una estatua de Simón Bolívar a caballo y se dijo ‘un día voy a escribir una novela sobre usted”.