No sé quién dijo que la democracia es la creencia patética en la sabiduría colectiva de la ignorancia individual, pero mucha razón tenía. Por ejemplo: el otro día leía cómo la concejal de Cultura de Valencia se despedía de su cargo mediante un escrito cargado de faltas de ortografía, comas mal puestas, expresiones confusas, errores de puntuación... Difícil de superar su récord: más de treinta errores en diecinueve líneas. Esta concejala del PP ha estado veinticuatro años trabajando en el Consistorio valenciano y desde hace cuatro años era la máxima responsable en material cultural de su ciudad: encargada de la red de bibliotecas públicas, de los museos y los conservatorios de música. Desde 1992, también presidenta del Palau de la Música. Pero no sabe expresarse por escrito correctamente. Ni para dejar su cargo. Pero bueno, no será este el primer caso en este país -ni el último- de concejales de Cultura incultos. Cuestión ésta que no deja en buen lugar al gremio político de nuestro país. Ni tampoco a nuestra ciudadanía, ojo, pues ésta vota a personas incultas.

Tampoco sé quién dijo -quizá lo dije yo y no me acuerdo- que el nivel medio de la clase política de un país es, también, el nivel medio de la ciudadanía de dicho territorio. Pero lo suscribo, porque es obvio que los políticos surgen de la ciudadanía: nacen ciudadanos y son votados por sus conciudadanos. En fin, que no son una raza aparte.

El otro día leí un reportaje sobre por qué la gente vota a personas estúpidas. Según algunos expertos en estupidez -perdón, en psicología quería decir- a la mayoría de los mortales le gusta votar a individuos llanos, simpáticos y campechanos que se expresan de manera simple, comprensible. Y claro, a la gente inteligente le cuesta hablar sencillo. Porque el mundo no es simple. Y las soluciones, las respuestas, no son fáciles. Así que un estúpido, aunque se equivoque, siempre se expresará de una manera más básica y, por lo tanto, más entendible que un inteligente que podrá parecernos críptico, incluso pedante. En el estudio también se hablaba de otro factor: el estúpido suele estar muy seguro de sí mismo. No sabe que no sabe. No duda, por lo tanto. Transmite seguridad. La persona inteligente, por el contrario, suele estar más indecisa sobre cualquier idea compleja. Pues entiende que la verdad es muchas veces relativa. Que existen mucho matices, recovecos, contradicciones en cualquier problemática. Y, por último, la gente desconfía de la gente inteligente. Piensa que le van a engañar. Prefiere tener al lado, o arriba, a alguien más simple. Porque, en definitiva, las personas inteligentes suele caer mal a sus semejantes pues aquellos son una constatación de la estupidez de estos.

Por lo tanto podríamos deducir de todo esto que solamente los inteligentes votarán a los inteligentes y los cultos a los cultos. Y que mientras vivamos en una sociedad inculta y estúpida tendremos gobernantes incultos y estúpidos. Ahí queda eso.