el fiscal de Marsella, hacia las doce del mediodía de ayer, dio una rueda de prensa, arropado por mandos policiales en la que abrió el melón de los últimos datos sobre el desastre aéreo que se ha llevado por delante 150 víctimas. Una rueda de prensa clara, directa, valiente, frente a periodistas sobresaltados por la información adelantada por The New York Times sobre el comportamiento del copiloto en los minutos finales del vuelo 4U9525, destrozado al estrellarse contra la montaña.

En las facultades se explica con claridad la diferencia conceptual y práctica entre filtración e intoxicación, mecanismos de información diaria y que tienen efectos muy diferentes en la actividad periodística, ya que las buenas fuentes pueden filtrar aspectos informativos para la ciudadanía y por ello, práctica de buen periodismo, mientras que las intoxicaciones tienen que ver con manipulación, intereses bastardos de quienes facilitan material tóxico. Es posible, que la respuesta veloz de la Fiscalía francesa tenga que ver con el adelanto informativo del periódico norteamericano, pero en cualquier caso muestra una forma de entender la democracia que es de agradecer. Las filtraciones provocan enfados múltiples de quienes anhelan proteger información, manejar hechos y administrar tiempos para la Opinión Pública. El fiscal, expresando su convencimiento de que el copiloto tuvo la voluntad de destruir el avión, facilitó la clave y el servidor del pueblo tuvo la gallardía de huir del secretismo oficial, en una actitud de transparencia que debiera ser imitada en otras latitudes cercanas y lejanas. Cierto que era una interpretación, una interpretación plausible que dio en la diana de la necesaria información demandada por la sociedad a partir de una filtración que resultó verdadera. Bendita filtración que trituró la basura intoxicante de variados medios.