RÍO DE JANEIRO. Las fiestas más tradicionales y multitudinarias, que atraen a cientos de miles de turistas, son las de Río de Janeiro y Salvador, la capital del estado de Bahía (noreste), pero es rara la ciudad o pueblo brasileño, por pequeño y remoto que sea, que no tenga un carnaval propio.
El país entero se paralizó, muchas empresas dejaron salir hoy más temprano a sus empleados y desde la mañana se registraban kilométricos atascos en la salida de algunas grandes ciudades, en especial en las carreteras que comunican Sao Paulo con las playas.
En Río de Janeiro, epicentro de la fiesta, el carnaval fue motivo para suspender hasta el campeonato de fútbol, una de las pasiones nacionales.
Incluso la bolsa de Sao Paulo hoy se dio una tregua relativa y el volumen de negocios era inferior a lo habitual, puesto que muchos inversores ya habían cambiado el parqué por el aeropuerto, para irse a una fiesta de carnaval o a descansar.
La bolsa, como cualquier actividad económica o política que no esté intrínsecamente relacionada con las celebraciones, estará suspendida hasta la tarde del miércoles de ceniza, día oficial de la resaca carnavalesca.
Hasta la Presidencia anunció que la jefa de Estado, Dilma Rousseff, viajó a una playa en el estado de Bahía para pasar unos días de descanso con su familia y sólo reasumirá labores el miércoles.
La política, no obstante, estará muy presente en este carnaval, puesto que han tenido mucho éxito las ventas de máscaras relacionadas con algunos de los implicados en el gran escándalo de corrupción de la petrolera estatal Petrobras, que en los últimos meses monopoliza los debates en el Congreso brasileño.
El inicio oficial de la fiesta en todo Brasil fue poco después del medio día, con la entrega de las llaves de Río de Janeiro al rey Momo, figura que, como manda la tradición, sustituye al alcalde hasta el próximo miércoles, para asegurar que la única prioridad municipal sea la subordinación incondicional a la juerga.
El rey Momo, un gordo bonachón y experto bailarín de samba, convirtió el Palacio de la Ciudad, la sede de la Alcaldía de Río, en una suerte de sambódromo, el circuito en el que harán sus famosos desfiles las escuelas de samba entre el domingo y el lunes.
Acompañado de la reina del carnaval, Clara Cristina Paixão de Oliveira, con un despampanante vestido de encaje blanco y brillantes engastados, el rey Momo bailó hasta la extenuación al ritmo atronador de la percusión de la escuela de samba Unidos da Tijuca, como preludio de lo que espera en la calle.
Tres horas después del inicio del "reinado" de Momo, varias fiestas se desparramaron por las calles de Río, en las que miles de personas disfrazadas se entregaron a la diversión y a beber cerveza helada para hacer frente al fuerte calor, que superaba los 35 grados centígrados en muchos barrios cariocas.
En Río hoy estaban programados 30 "blocos", como se denominan las bandas de música callejera que, para muchos, son la máxima expresión del carnaval, pues mantienen intacto su carácter irreverente, sin cobrar un céntimo a los miles de asistentes.
Uno de los "blocos" más tradicionales y madrugadores en salir hoy fue el de las Carmelitas, una banda que se concentra frente a un convento, en las retorcidas calles del barrio de Santa Teresa, para conmemorar la leyenda de una monja carmelita que se dice que un año huyó de la clausura para bailar samba en el carnaval.
A lo largo de los cinco días de carnaval, cerca de 450 "blocos" saldrán a las calles de Río, acompañados por unos 900.000 turistas, que ya abarrotan los hoteles de la ciudad, y los propios cariocas.
Pero el momento más esplendoroso del carnaval serán los desfiles de las escuelas de samba del Grupo Especial, formada cada una por 4.000 bailarines con disfraces vistosos y que están programados para los próximos domingo y lunes, y que forman el considerado "mayor espectáculo del mundo a cielo abierto".
Los tenistas Rafa Nadal y David Ferrer, que están en la ciudad para el Abierto de Río, que se disputa la semana próxima, se dejaron seducir por el carnaval y confirmaron que el domingo harán un hueco en sus entrenamientos para desfilar con una escuela de samba en el sambódromo.