Vitoria - La música ha sido hasta el momento el único camino que ha transitado la programación invierno-primavera en las dos semanas que lleva en marcha. Hoy, eso sí, toca dejar que el protagonismo lo tome el teatro, de la mano, además, de viejos conocidos de la capital alavesa por muchos motivos. Es el caso del director y responsable de la adaptación de Continuidad de los parques, un Sergio Peris-Mencheta que regresará al Principal el 14 de mayo, esta vez en su faceta de actor. O de Gorka Otxoa, que hace unos días estuvo grabando en Gasteiz junto a Aitor Mazo el cortometraje Artificial. Sin olvidar a Fele Martínez o Roberto Álvarez. Todos ellos, junto a Luis Zahera, suben esta noche a las tablas de la calle San Prudencio en una cita que, además, contará con un posterior encuentro con el público.

Como de costumbre, el telón se subirá a las 20.30 horas, quedando todavía algo menos de 200 entradas, casi todas en el segundo anfiteatro, es decir, por un precio de 10 euros sin tener en cuenta los descuentos habituales.

Han pasado más de dos décadas desde que Jaime Pujol, conocido por el gran público gracias a sus papeles en series como El comisario, se estrenase como dramaturgo con esta obra, coincidente en el nombre con un relato de Julio Cortázar, aunque ahí termina la relación. Eso sí, hay que matizar que la versión inicial fue realizada en valenciano y se llamó Tal vegada en un parc. En este tiempo, son varias las revisiones que del premiado texto se han hecho, siendo la última la producida por Barco Pirata y el Teatro Español con la dirección de Peris-Mencheta y la colaboración, aunque no presencial, de la actriz Marta Solaz.

Otxoa, Álvarez, Martínez y Zahera se ponen al servicio de una veintena de personajes que van entrelazando vidas y situaciones en un parque genérico, en un espacio donde los bancos separan a conocidos al tiempo que crean largas conversaciones entre personas que nunca se habrían hablado en otro escenario. Todo ello para, entre lo real y lo absurdo, proponerle al público un juego de verdades a través del humor, ciertos toques de perversión y varios momentos de aparente engaño.

Un barrendero, un indigente o un hombre que se siente acosado, entre otros, se ponen al servicio de la causa, de una comedia en la que, en apariencia, Peris-Mencheta abandona su habitual tono de crítica social y política. De todas formas, esa sería una idea discutible. Al fin y al cabo, el montaje también habla de la soledad de la época actual, de la necesidad que tiene el ser humano del encuentro, de juntarse para salir adelante. Con todo, si algo tiene la obra es una mano abierta al público, a que se deje llevar y tome sus propias decisiones.