los últimos quince días han dejado en el panorama informativo un reguero de sangre, violencia verbal y declaraciones altisonantes y enfrentadas con un horizonte de lucha de civilizaciones que parece estar más cercano de lo que se quisiera. Hace trescientos años, un puñado de pensadores y activistas políticos construyeron en la absolutista Francia de Luis XVI un sistema de convivencia basado en la libertad y, la de expresión es la más significativa. Las colonias americanas emancipadas y el territorio europeo con distintos ritmos fue asentado este sistema occidental de libertades. La globalización digital ha permitido barrer las distancias y fronteras entre mundos de distintos signos, valores y religiones, produciéndose una fractura entre el modo de vivir occidental y el resto, que como en el caso presente delinea posturas y pensamientos de difícil reconciliación. Las posiciones frente a la crisis parisina con las caricaturas de Mahoma flotando sobre el ambiente, que censuran y atacan amplias masas musulmanas, muestran crispación y enfrentamiento de valores religiosos, sociales y culturales. Las palabras en estas situaciones informativas se convierten en armas dialécticas de consecuencias impensables. La coctelera informativa mezcla hechos y análisis de pelaje contrario y enfrentado que reflejan valores, principios y “verdades” que no todos comparten, valoran y defienden en el mundo mundial. La discusión sobre los límites de la libertad de expresión, información y crítica está en el centro del debate y aún queda largo tiempo para que la aldea global comparta teoría y práctica del modelo europeo occidental y se haya conseguido estabilizar la convivencia de los diferentes en valores comunes.
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