Desde que, en 1917, publicara Prufrock y, dos años más tarde, sus Poesías, Thomas Stearns Eliot pudo dedicarse a la literatura a tiempo completo, gracias a lo cual puede leerse desde entonces una obra poética notable, que incluye libros emblemáticos, como Tierra baldía (1922) y Los hombres huecos (1925). No obstante, el autor, que adquiriría la nacionalidad estadounidense, destacaría también en otros géneros, como el ensayo (El bosque sagrado, 1920) o el teatro (Asesinato en la catedral, 1935). En enero de 2015, medio siglo después de su pérdida, T. S. Eliot nos sigue recordando que, entre el realismo y el romanticismo más encendido, se halla el sentimiento, que tiene en Dante a una de sus principales influencias y a su principal tema en la desolación de un mundo desorientado que parece haber llegado hasta nuestros días en muy mala forma.
Coriolano (1931) y Cuatro cuartetos (1943) son otras dos obras poéticas destacadas de Eliot, que ahora vuelve a estar presente en las librerías gracias a reediciones de esas joyas y de otros libros como el conjunto de ensayos literarios que, desde hace tan solo unos pocos meses, responde al nombre de La aventura sin fin, a cargo del sello DeBolsillo. Pero éste mes de enero, se cumple el cuarto de siglo de la muerte de otro poeta, Jaime Gil de Biedma, quien, por esas coincidencias que a veces guían la vida, siempre reconoció haber sido influido esencialmente por el propio Eliot. Compañeros de viaje, Moralidades y las memorias Diario de un artista seriamente enfermo son libros del barcelonés que diera mucho que hablar por su rica vida oculta y, afortunadamente, también por su obra atípica y concienzuda.