Madrid - Aída Gómez ha sido en España todo lo que puede ser un bailarín y coreógrafo pero quiso compañía propia y, “del tirón”, se cargó una pesada “mochila”. Hoy, en una de las raras ocasiones en las que actúa en su país, donde, se lamenta, “el talento no se respeta”, estrenará Adalí, que significa Madrid en caló.

La crisis, sus recortes, le han hecho “tanta pupa” como al resto de trabajadores, pero la coreógrafa y bailarina, que fue directora, la más joven, del Ballet Nacional de España (BNE), la sufre especialmente, como otros compañeros con compañía propia, porque los criterios de contratación “han variado mucho”. “Este país tiene que cambiar para defender la creatividad, el talento, para respetar a los artistas. Es increíble que en España no exista, por ejemplo, un centro de alto rendimiento para la danza”, lamenta en una entrevista con Efe. Es “una mochila muy grande” montar una compañía -en 1997- y una empresa de producción y distribución -en 2001-, porque “todo son preocupaciones y, desde luego, lo que se gana se reinvierte en su totalidad, así que nada de ser rica, aunque sí soy feliz”, se ríe.

Le “encantaría” gozar de más apoyo institucional, pero como eso “ni es así ni parece que lo vaya a ser”, ni se le pasa por la cabeza “quedarse en casa llorando”. Por eso, entre sus ensayos en el auditorio del Ayuntamiento de Pozuelo de Alarcón, del que es compañía residente, y sus muchos “bolos” en el extranjero es difícil “verle el pelo” en un teatro nacional. La danza “está como está”, dice Gómez (Madrid, 1967), porque “a los programadores no les interesa, desde hace 10 años solo se programa lo que al asesor de danza le guste o lleve en cartera”.

“Es bastante vergonzoso y digo lo que pienso no solo por mí, sino por los que vienen detrás. Te encuentras -se rebela- con gente que no sabe nada de teatro ni de nada, y ahora les ha dado por las pajas mentales. Es un mundo de tráfico de favores, no de arte, y así es muy difícil hacer afición”. Hoy, “con todo el placer del mundo” y casi “un poco incrédula”, estrena Adalí, un viaje al interior, “que no al pasado”, del flamenco y por Madrid, en el que tienen un papel fundamental los Parrilla, “tan enormes, tan artistas, que dan miedo”. En el espectáculo “puede pasar de todo”, desde una rondeña a un chelo acompañado de castañuelas, “todo marca España, muy estético y refinado”, describe. Está “feliz” de que el estreno sea en el teatro Español, en su sede de Matadero, porque su padre, ya fallecido, trabajó allí desde los 14 años, y cree que notará “una energía especial”. Adalí solo se ha visto, el año pasado, en Suma Flamenca, y cree que estos meses le han venido “muy bien”, porque se “ha asentado” y ahora está “a punto de caramelo”. “Soy súperperfeccionista y todo tiene que evolucionar, mejorar, que cada cosa que vea el espectador y cada movimiento esté justificado, que no haya nada gratuito”, explica. Está orgullosa del trabajo de artistas como Israel Galván, “el top”, dice, y del de que quienes llenan teatros a pesar de las dificultades.