resulta estúpida y sin sentido la ridícula competencia que en ocasiones plantean las cadenas de forma infantil, cuando ponen en la misma franja horaria dos productos que fuerzan al consumidor a decantarse por uno para sacar pecho al día siguiente y exhibir millonarias cifras de éxito en audiencia.

Esta práctica de competencia extraordinaria en el período privilegiado del prime time, donde se alcanzan cifras importantes de espectadores es el campo de batalla donde los grandes dirimen sus diferencias y buscan éxitos arrolladores, que permitan mejorar el valor de la acción bursátil, mejorar resultados comerciales y darle brillo y relumbrón a la cadena.

El último episodio de lucha por la audiencia se dio el pasado miércoles, cuando T5 y A3 midieron sus fuerzas con el estreno de dos series, made in Spain. Por un lado Algo que celebrar y por otro Las aventuras del capitán Alatriste, que hubo que ver atendiendo a los impulsos del definidor mando a distancia.

Ninguna de las dos propuestas encandiló mi corazón televidente y más bien me quedó un regusto de series no cuajadas, de ofertas televisivas con más bombo promocional que realidad divertida en la noche televisual. Ni la comedia urbana de los de Lara, ni los históricos avatares de un personaje típico del siglo XVII fueron capaces de encender la mecha de la emoción, interés y garra narrativa. En esto de la tele como en la canción salsera, no hay cama para tanta gente y por ello una de ellas está condenada al fracaso, si no las dos, que todo puede ocurrir en los agitados despachos de la tele.

Aquí no se permiten paños calientes; se impone el pelotazo del éxito; mediocridades en la tele pocas si no se quiere caer en el desprestigio de decenas de televisiones que no cuentan en el rollo y negocio mediático del momento actual.

TODOS SOMOS CHARLIE HEBDO.