Seúl - Continuas redadas, fuertes multas, incluso cárcel y una vida laboral en la clandestinidad. Es lo que afrontan los profesionales del tatuaje en Corea del Sur, un país donde el arte de inyectar tinta en la piel es ilegal, a pesar de que la moda crece cada año.

“Como es ilegal, no podemos poner un cartel en la puerta”, se excusa Kim Ki-bok, uno de los tatuadores más reconocidos de la capital Seúl, a la entrada de su estudio camuflado como piso residencial en la cuarta planta de un viejo edificio del céntrico barrio de Hongdae, cuna del arte y las nuevas tendencias en el país.

A pesar de que legalmente figuran como “desempleados”, cuatro tatuadores trabajan cada día desde hace 10 meses en este local durante largas horas, con un ojo puesto en la piel del cliente y el otro en una posible irrupción de agentes de la policía.

Desde que hace unos dos años logró hacerse un nombre entre los aproximadamente 20.000 tatuadores que hay en Corea del Sur -según estimaciones del Gobierno-, Kim contornea con sus agujas la piel de unas tres personas cada día. “He tenido suerte y nunca me han pillado”, comenta a Efe, aunque reconoce que muchos de sus amigos han recibido “fuertes multas” e “incluso alguno ha entrado en prisión”, asegura. - Atahualpa Amerise