Acaba de regresar a casa hace unos días, aunque tiene claro que al otro lado del Atlántico, en la ciudad mexicana de Guadalajara, ha dejado un segundo hogar. Han sido cinco meses de convivencia, trabajo y desarrollo personal y artístico para Estitxu Aguiriano Barroso Titxu, a la que todavía se le nota un poco de acento al charlar sobre Reinterpretación sensitiva a José Clemente Orozco, el proyecto que la creadora gasteiztarra ha estado llevando a cabo allí desde el pasado agosto.

Gracias a la obtención de una beca que la Secretaría de Relaciones Exteriores del Gobierno de México tiene desde hace años destinada a artistas extranjeros, Aguiriano ha podido dar forma y fondo a una propuesta con dos variables fundamentales. A un lado, los murales que Orozco realizó en el Instituto Cultural Cabañas, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco desde 1997. Al otro, las doce personas del Centro de Educación y Rehabilitación para Personas con Parálisis Cerebral CIRIAC que han creado con ella.

Su interés por la obra del muralista y litógrafo no es nueva. Tampoco por su país. Cuando acabó Bellas Artes, la artista gasteiztarra ni se lo pensó, hizo las maletas y se fue a México. Pero como aquí era también voluntaria de la Asociación de Parálisis Cerebral y Alteraciones Afines (Aspace) de Álava, decidió aprovechar el viaje para ofrecerse al CIRIAC y dar allí clases de arte. Justo ahí, ambos intereses empezaron a mezclarse para terminar conjugándose en Reinterpretación sensitiva a José Clemente Orozco y eso que en ese momento, Titxu no sabía, por ejemplo, que al creador le faltaba una mano y que era miope. Es decir, “tenía sus dificultades y sus barreras”, como las doce personas que le han acompañado en la aventura.

“Aquí la gente con discapacidad está, se le ve, tiene voz” por mucho que se esté lejos de situaciones ideales pero es que “en México todo esto sigue en la sombra; la gente no sabe lo que es una persona con parálisis cerebral, lo ven como un niño tontito que no sabe hacer nada”, algo muy alejado de la realidad como ella bien sabe. Su idea era encontrar la fórmula de “acercarme a Orozco con ellos, no a través de ellos”, alumnos y artistas al mismo tiempo con edades comprendidas entre los 23 y los 48 años de edad. “He aprendido más de ellos que ellos de mí. Tengo respeto a un lienzo en blanco, te da reparo pensar en si gustará o no, qué hago, cómo lo empiezo... te salen mil dudas. A ellos les pones algo delante y ya, saben qué colores elegir, hasta dónde quieren llegar, cómo terminar la obra... Pintan como niños”, dice la creadora, que recuerda como Picasso dijo una vez haber necesitado 70 años para hacer precisamente eso, superar los límites académicos y formales. “Son almas libres y es fabuloso para mí. De hecho, veo que mi obra ha cambiado. Lo que he hecho allí es mucho más libre, expresivo”, describe.

Su foco de atención en esa labor conjunta se centró en el mural que ocupa la cúpula del también llamado Hospicio Cabañas, en el que se puede ver a un hombre envuelto en llamas rodeado por otras tres figuras. En paralelo al proceso de investigación sobre la vida y la figura de Orozco que Aguiriano realizó gracias a la documentación guardada en el instituto (“pasaba tantas horas allí que ya era como una más”), aquella obra, que también visitó con los alumnos del CIRIAC, fue la base para el trabajo posterior, un proceso que cristalizó en una exposición y una conferencia llevadas a cabo en el mismo espacio distinguido por la Unesco.

En la charla, Titxu estuvo acompañada por Juan Manuel Zufiaur, artista vitoriano residente en México desde hace 20 años (curiosidades de la vida, él también obtuvo en su día la misma beca y estudió la obra de Orozco) y que ha ejercido de apoyo indispensable del proyecto. Después, se inauguró una muestra compuesta por 20 obras, pinturas que en algunos casos estaban realizadas por Aguiriano en solitario y, en otros, llevadas a cabo junto a sus doce compañeros de viaje.

Más allá de la documentación y las imágenes recogidas sobre el proceso en su página www.estitxuaguiriano.com, ya a este lado del Atlántico, a la artista le gustaría poder hacer una exposición fotográfica, por ejemplo sobre la serie realizada en torno a las manos de sus alumnos mientras pintaban. Ya se verá. De momento toca recuperarse de las siete horas de autobús entre Guadalajara y México DF y las once de avión desde allí hasta Madrid. “Cuando me despidieron, todos me hicieron regalos, me pusieron mensajes... Eso está por encima de todo”.