sea o no cierta la teoría de los ciclos vitales, el eterno retorno y similares zarandajas, hay que reconocer que la vida y la tele vuelven una y otra vez sobre fechas, acontecimientos y retransmisiones que acompañan nuestra puñetera vida. Así estamos, por ejemplo, a estas alturas de calendario acercándonos al fin de año y al nacimiento de otro, en medio de consumo, alegría festera y jolgorio gastronómico.

La fiesta mayor de las campanadas que anuncian el tránsito de un año a otro, están próxima y todos los canales se disponen a celebrar ese momento ritual, que puso en marcha en tiempos del monopolio, TVE, que sigue cosechando los más altos índices de audiencia con su clásica y acartonada retransmisión del reloj de la madrileña Puerta del Sol, inundada de personal y punto de referencia de millones de televidentes que se tragan las uvas a los sones de la caída de los segundos, camino del año nuevo.

Ramontxu García y Ana Obregón son los maestros de ceremonias consagrados en el tiempo y que vuelven este año para protagonizar esos momentos mágicos, que son como trampa para quienes confundan cuarto con horas y la pifien en la retransmisión más esperada del año y a la que cadenas cuidan con mimo. Por este acto han pasado monstruos de la tele con Jorge Javier Vázquez, Belén Esteban, José Mota, Isabel Pantoja, Paquirrín y otras luminarias de la tele que nos parió.

Punto central de la programación de Nochevieja, trufada de actuaciones musicales, números cómicos, compañías de baile clonadas, presentadores envarados en producciones grabadas y que suenan a lo mismo porque cada año lo hacen parecido. Desde la mítica parodia de Encarna Sánchez, obra y gracia de Millán, la tele de año nuevo no ha vuelto a lucir con aquel esplendor mediático, en una interpretación genial de la afamada locutora. ¡Urte berri on!