Donostia - Infatigable. Es uno de los adjetivos que más recurrentemente se emplean para definir la figura de Nestor Basterretxea (1924-2014), un artista que trabajó sin descanso hasta el último aliento. Su pulsión creativa permanecía intacta cuando el pasado 12 de julio su corazón dejó de latir. Tenía 90 años y continuaba embarcado en mil y un proyectos. Uno de ellos era la preparación de una exposición que, por poco tiempo, no ha llegado a ver montada en el centro Koldo Mitxelena.
Sus familiares y allegados asistieron ayer por la tarde a la inauguración, que contó con la participación de la compañía de danza Kukai. La muestra se titula Nestor Basterretxea. El peso de la memoria y su comisario, el crítico Xabier Sáenz de Gorbea, trabajó en ella junto al artista desde abril. “Con su generosidad habitual aceptó prácticamente todas las propuestas”, afirmó por la mañana en una visita guiada a los medios de comunicación.
Obra inédita El artista intuía tal vez que esta podía ser su última gran exposición en vida, y quiso diferenciarla de otras exhibiendo obra menos conocida y más dramática. De entre 800 piezas, se han seleccionado 153 pinturas, dibujos, esculturas, fotografías, maquetas y películas. “Casi la totalidad” de los trabajos proceden de Idurmendieta, su caserío de Hondarribia, y cerca de la mitad no habían sido mostrados jamás en público. Por tanto, reflejan “al Nestor más íntimo” y desconocido. Así, hay varios retratos de su esposa Mª Isabel Irurzun, con quien se casó en 1952 al regresar del exilio. A ella le dedicó piezas tan entrañables como unas flores dibujadas a lápiz que le regaló en el día de los enamorados de 2011. Curiosamente -o no-, la exposición permanecerá abierta hasta el 14 de febrero de 2015.
INICIOS El peso de la primera memoria comienza con un audiovisual de Juan Pablo Zabala que mezcla fotografías familiares con los collages que Basterretxea realizó en sus últimos meses de vida. Como su propio título indica, la muestra ofrece un “relato” sobre “cómo las vivencias de una persona influyen en el desarrollo de su obra”. “Si la verdadera patria del hombre es su infancia, la de Nestor fue dolorosa -abandonó Euskadi con 12 años para emprender un exilio de casi dos décadas en Francia y Argentina-, y todo lo que vivió como consecuencia de la Guerra Civil fue surgiendo en su imaginario y su reflexión artística”, explicó el comisario.
De manera cronológica se expone obra gráfica realizada en diferentes momentos de su trayectoria. Una de las “novedades” es la recuperación por parte de la restauradora Katrin Alberdi de un vía crucis de catorce óleos pintados en 1950 en Buenos Aires. Fueron expuestos allí pero jamás se habían visto en Euskal Herria. En la serie, caracterizada por un marcado expresionismo, aparece Cristo en pleno sufrimiento; según Sáenz de Gorbea, la oscuridad de las pinturas remite a Gutiérrez Solana y su tono distorsionado, a muralistas como Orozco.
CALVARIO Y CÍRCULOS Otro apartado se centra en sus trabajos en el santuario de Arantzazu, realizados en tres fases: los dibujos de 1952-1953, las fotografías, bocetos y esculturas de los años 60 y las pinturas murales de la cripta inauguradas en 1984 y que pueden admirarse en un vídeo. En este “espacio de la religiosidad” se pone de relieve como en ningún otro al creador total, al “artista renacentista” que se acercó sin complejos a todas las disciplinas.
Varios óleos inéditos de mediados de los años 50 abordan la relación entre el plano, el color y la línea, con un Basterretxea que “poco a poco iba estructurando su visión abstracta del mundo”. En La otra cara y el espesor del círculo (años 60) pueden contemplarse obras de hierro pintado en las que, “hurgando en el otro lado de la materia, el artista hace uso del volumen”. Tres de las piezas medianas proceden de Idurmendieta, por lo que su traslado a Donostia es un “hito”, en opinión del comisario.
Raíces Una cita de Basterretxea -“Concebir mis obras desde un sentimiento profundo de lo vasco”- preside el apartado dedicado a las “raíces”. Las Juntas Generales de Gipuzkoa han prestado 16 tallas de madera de la Serie Cosmogónica -son las piezas pequeñas que sirvieron de modelo a las depositadas en el Bellas Artes de Bilbao-, que tradujo a imágenes los mitos y leyendas vascos. La exposición incluye la “partitura” o boceto con todas las piezas de la serie, dibujadas a lápiz en “una noche de trabajo enfebrecido”. Necesitó varias décadas para esculpirlas -desde los 70 hasta 2010- y cuando concluía una, marcaba su correspondiente dibujo con un aspa roja. También destacan varias obras de Gernika, la serie de acrílicos sobre madera que realizó en los años 80 en un dramático blanco y negro.
AUDIOVISUALES Y MOBILIARIO En salas distintas se proyectas dos de las películas de Basterretxea. Ama Lur (1968), codirigida por Fernando Larruquert, es de sobra conocida. Su mirada cálida y evocadora de paisajes, ritos y tradiciones vascas contrasta con la frialdad de una obra menos difundida, Operación H (1963), su primer filme: doce minutos de imágenes de la fábrica Huarte de Pamplona cuyas instalaciones aparecen convertidas en esculturas y piezas arquitectónicas. En otra estancia, un audiovisual estático muestra todas las esculturas públicas de Basterretxea, cuya producción está repartida por Euskal Herria y países como EEUU, Francia o Argentina, y un vídeo recuerda su obra pública en Gipuzkoa.
Al lado, otra sala concentra piezas y maquetas de mobiliario vanguardista que diseñó para la empresa Biok: sillas, bancos, taburetes e incluso un gran ajedrez con un tablero y originales figuras de madera.
FOTOGRAFÍA Y PLATOS Hacia el final se revela “un ángulo inédito de la creatividad de Basterretxea”. Sáenz de Gorbea destaca que el vizcaino fue el primer artista plástico vasco en realizar, a partir de los años 60 con el Grupo Gaur, investigaciones paralelas en el campo de la fotografía, tratada siempre de manera experimental como reflejan una quincena de imágenes tratadas con diferentes técnicas.
Esta exposición póstuma concluye con El paradigma circular, un apartado que recopila algunos collages y platos de cerámica o porcelana decorados con motivos pictóricos geométricos. Son las obras que realizó en su último año de vida este artista que “nunca paró de trabajar”.