Gasteiz - Hoy los buzones se vacían. Las nuevas tecnologías mandan y el e-mail y los mensajes vía móvil sustituyen a los sobres. Aún así, ella no deja de escribir sobre el papel, negro sobre blanco, palabras que piden perdón pero que sin encontrar respuesta. El lobo está muerto y eso no puede cambiar, por mucho que el castigo del leñador fuese excesivo.

El profesor y escritor Txabi Arnal no quiere dar muchas más pistas sobre lo que esconde La ladrona de sellos (Edelvives), publicación que justo estos días está llegando a las librerías y en el que ha vuelto a colaborar con el ilustrador y diseñador Julio Antonio Blasco. Aún así, sí describe que su nuevo encuentro con los lectores de cualquier edad pero, sobre todo, los más pequeños, pivota sobre dos “temas espinosos”: la muerte y el perdón. “Nuestra ladrona piensa que buena parte de lo que le sucedió al lobo es culpa de ella y aunque ya no puede solucionarlo, le reconcome la idea de no poder pedirle perdón aunque le gustaría hacerlo. Así que busca la manera de llegar hasta el lobo allá donde esté”, para lo que va a contar con la “inestimable” ayuda de un cartero. Cómo lo consigue, si es que eso pasa, mejor no descubrirlo.

De todas formas, la temática de la muerte no ocupa el foco de atención en este caso. De hecho, es un punto de partida que no sucede en estas páginas, que viene del cuento que todo el mundo conoce, de, por así decirlo, la precuela. En realidad, es el concepto del perdón lo que interesa esta vez al autor, que vuelve a colaborar con Blasco para componer un álbum donde palabra e ilustración relatan por igual.

Arnal entiende que dar ese paso, solicitar, como en el caso de la protagonista de su libro, excusas “nos cuesta mucho ya que pedir perdón supone reconocer tu fallo, tu carencia”. Aún así, él tiene claro que, como en otras cuestiones de la vida, “hay que aprender a hacerlo”, ya sea en un contexto de amistad o familiar o en el “socio-político que vivimos en Euskal Herria”.

Entre estos parámetros, escritor e ilustrador dan forma y fondo a una aventura que, además, incluye determinados detalles que se han querido cuidar, desde el punto de vista editorial, de manera destacada, como la inclusión de postales para que los lectores puedan hacer uso de ellas. “Desde Edelvives nos pidieron ideas y hasta pensamos en meter sellos en el libro... pero bueno, no todas salieron”, recuerda Arnal.

Tiene claro que la lectura de La ladrona de sellos puede estar recomendada para niños y niñas a partir de cuatro y cinco años, aunque hace dos precisiones importantes cuando se le pregunta por esta cuestión. Primero, que hay que desterrar esa idea de que es importante de que los jóvenes vean leer a los adultos. “Lo interesante es que vean al mayor disfrutar con la literatura y compartir esas emociones”. En segundo lugar, el autor entiende que en demasiadas ocasiones se encasilla los libros infantiles. “Hay quien dice que hay dos tipos de literatura, buena y mala, y entiendo que la buena literatura infantil puede ser leída por personas de cualquier edad. El adulto puede acercarse a cualquier obra de literatura infantil y juzgar si es buena o no”.