gasteiz - Entra ya la trigésimo novena edición del Festival Internacional de Teatro de Gasteiz en su última parte, en dos semanas y media que van a ser intensas. El primer ejemplo de ese imparable caminar llega hoy y mañana con la presentación, en euskera y castellano, de La calma mágica/Barealdi magikoa, última creación del pamplonés Alfredo Sanzol que sale por primera vez de Madrid tras ser estrenada hace algo más de un mes en el Valle-Inclán.
De hecho, la llegada a la capital alavesa de esta coproducción del Centro Dramático Nacional y Tanttaka supone no ya la puesta de largo en Euskal Herria del montaje sino también el arranque de una gira que debería ser larga a tenor del éxito de taquilla cosechado en el teatro madrileño, incluso en los pases realizados a principios de este mes en euskera. “Hubo dos pases y aunque en el primero había mucho conocido, gente cercana a nosotros que conoce el idioma, en el segundo se encontraba un público más genérico que podía seguir la acción a través de los subtítulos; la verdad es que estábamos un poco a la expectativa pero hubo buenas reacciones”, explica el actor Jose Kruz Gurrutxaga. Él, junto a Mireia Gabilondo, Aitziber Garmendia, Itziar Ituño y Martxelo Rubio, compondrá el reparto que hoy, a partir de las 20.30 horas y todavía con entradas disponibles, pondrá en escena Barealdi magikoa en el Principal.
Mañana, sin moverse del sitio y a la misma hora (también con pases a la venta) será el momento de La calma mágica, donde estarán el gasteiztarra Iñaki Rikarte, Aitor Mazo y Sandra Ferrús, repitiendo presencia Garmendia y Gabilondo, aunque dando vida a personajes diferentes. “El éxito que hemos tenido hasta ahora está en los actores. Y es de reseñar en todos ellos la flexibilidad en la imaginación. Muchas veces, en nuestra vida normal, nos ponemos límites que no son reales, y Mireia y Aitziber son un ejemplo de que eso se puede superar”, describe Sanzol, autor y director.
El creador navarro, nombre propio de la escena estatal que a cada paso que da más acrecienta su relevancia, regresa así a una ciudad donde se siente cómodo y apreciado, para volver a hacer demostración de una marca de la casa que siempre busca: “utilizando una metáfora automovilística, me gusta que el público tenga la sensación de que el actor se va a salir de la curva, dar esa sensación de riesgo”. Así lo procura también en La calma mágica/Barealdi magikoa, una comedia alucinógena, una historia de amor, una obra de enredo, una búsqueda de la identidad, un diálogo con el progenitor perdido, un intento por darle sentido a la vida... protagonizada por un personaje al que un compañero de trabajo graba en vídeo mientras se duerme en el trabajo para después difundirlo a través de Internet.
“Es una comedia-regalo”, dice Sanzol, un montaje realizado pensando en su padre, fallecido el año pasado. “Quería dedicarle una obra, presentarle algo que sé que le gustaría”. A partir de ahí, la percepción de la realidad toma la escena, un juego con los sueños y las alucinaciones donde todo puede ser, donde son posibles los viajes en el tiempo y en el espacio, donde África puede estar habitada por elefantes rosas, o donde una entrevista laboral puede empezar con unos monguis sobre la mesa. “Lo bueno de esta historia es que nunca sucede lo que esperas”, avisa Ferrús.
Así, a un ritmo frenético, con una “función que no tiene nada de calmada”, donde la libertad creativa da la posibilidad de relacionar conceptos en principio inconexos, donde el humor es vehículo y al mismo tiempo fin, donde habitan personajes “que están al límite”, se construye una propuesta “con un sentido terapéutico” donde el público “se divierte mucho” pero también donde los espectadores pueden sentir “que algo se mueve” en su cabeza.
De esta manera se cimienta un proyecto en el que se cuenta con la música de Iñaki Salvador o con la participación, a la hora de hacer la traducción al euskera, del escritor Harkaitz Cano, nombres que sumar a esta historia donde todo es posible.