MADRID. El queso, que solía ser un manchego bastante curadillo o uno parecido, imponía su potencia al vino, que perdía bastantes de sus virtudes, pero también de sus defectos.

El comprador incauto (no así el experimentado, que pasaba de queso) encontraba el vino satisfactorio... y picaba. Más que "se la dieron con queso" hablaríamos, pues, de que "se lo dieron con queso".

Esa práctica pertenece a un pasado de venta de vinos a granel, o eso esperamos. Pero es que ahora el queso amenaza con adueñarse de todos los bocadillos de carretera y, al parecer, de los sándwiches más "urbanos", contagiados del frenesí creativo de la clase cocinera y que compiten en busca del título de bocadillo más disparatado.

El sándwich que nosotros llamamos "mixto", y que en Cataluña se conoce como "biquini" y en Francia como "croque monsieur", el de toda la vida, con una loncha de jamón de York (o sucedáneo) y otra de queso mantecoso, de fusión fácil, es un clásico.

Si los ingredientes son buenos, ese sándwich es un excelente tentempié... y es lo que pide todo aquél que no sabe qué pedir o se desconcierta ante las propuestas de sándwiches o bocadillos que proliferan hoy por ahí.

Yo reconozco que ignoro qué aporta un poco de queso supuestamente de Camembert (la tragedia de ese queso es que no puede tener denominación de origen y puede ser tanto de Normandía como de Pueblanueva del Rey Sancho) a un buen jamón ibérico.

Pues en las áreas de servicio no es raro que figure en la carta, en el apartado de bocadillos calientes, el de jamón ibérico y queso de Camembert. Pobre jamón: caliente y con queso fundido.

Bocadillo de lomo, de filetitos de lomo de cerdo... con queso. De cabra, incluso. Bocadillos de lomo, jamón, pollo... y queso de cabra. Bocadillos de bacon y queso...

En cuanto le ofrecen a uno un bocadillo caliente, generalmente adquirida esa condición por el procedimiento de urgencia, es decir, mediante paso por el microondas, ya está el queso incorporado... y hay mucha gente a la que no le gusta el queso, gente que no lo soporta, aparte de personas intolerantes con la lactosa.

Yo fui incapaz de comer queso hasta que, ya en mi servicio militar en la Armada, mi novia me hizo probar un queso, creo recordar que un Cheddar. Ya saben ustedes que por una novia se hace lo que sea, así que cerré los ojos, pensé en otra cosa y comí queso.

No sé si aquel queso en concreto me gustó. Sí sé que hoy soy consumidor de quesos, de todo tipo de quesos, aunque mis favoritos sean los de leche de vaca, sin depreciar maravillas ovejunas como el Roquefort, el Idiazábal, la Torta del Casar, el Queijo da Serra portugués, el pecorino romano y también unos cuantos de cabra, españoles o franceses, con el majorero (de Fuerteventura) a la cabeza.

Pero cuando me ofrecen estos bocadillos recuerdo la anécdota de mi paisano Julio Camba, al que una camarera londinense le sirvió un filete de buey con mermelada.

El gallego se extrañó, y la chica, ni corta ni perezosa, le preguntó: "¿No le gusta a usted el filete?", a lo que él hubo de contestar que sí, que le gustaba.

Inmediatamente, la camarera quiso saber si no le gustaba la mermelada. Camba reconoció que también le gustaba la mermelada, y la moza esbozó una sonrisa de triunfo, hasta que el gran periodista puntualizó que le gustaban ambas cosas, pero por separado. A mí me pasa lo mismo con estos bocadillos.

Con esta moda, me temo que algunos amigos como Carlos Herrera o Augusto César Lendoiro, "quesófobos" confesos y recalcitrantes, lo tendrían crudo si parasen en una de estas áreas de servicio con ánimo de llenar no sólo el depósito del coche, sino el propio, porque lo del sándwich llamado "vegetal" (¿los huevos duros y las migas de atún son vegetales?) suele tener delito.

Ya que hablo de atún... Vean hasta dónde puede llegar el disparate hecho sándwich: la más conocida cadena madrileña especializada en ellos ha presentado, con motivo de algún aniversario redondo, el que ha bautizado con el nombre de la capital del Reino.

Se compone de jamón, queso de cabra, sobrasada... y atún. Un descubrimiento prodigioso: el plato combinado metido entre dos rebanadas de pan de molde. Ganará premios, no lo duden ustedes, pero de premios y jurados hablaremos otro día.

El caso es que la inventiva de los hacedores de bocadillos y similares parece seguir el ejemplo de la desbordante creatividad de los chefs más mediáticos; pero su imaginación, dejando aparte el sándwich "Madrid" antes mencionado, no parece ir más allá del queso.

Prepárense, que cualquier día aparece el bocata de sucedáneo de calamares con Cabrales. Y saldrá en la prensa como una maravillosa propuesta. Qué tropa, señor conde (de Romanones).