Donostia - Märkl (Munich, 1959) está acostumbrado a dirigir a las mejores orquestas del mundo: Cleveland, Philadelphia, Chequia, Munich, Oslo, Zurich... El pasado miércoles se estrenó como batuta titular de la OSE, con la que hoy recala en Bilbao para interpretar obras de Saint-Saëns y Bartok. Según explica, el programa es un “reto” que persigue abordar “el mejor repertorio” y “tocar con alegría e ilusión”. “La orquesta toca realmente bien, está llena de energía y motivación, que es justo lo que queremos dar a la audiencia”, asegura el maestro alemán sin perder la sonrisa.

Ha dirigido a la OSE en varias ocasiones, primero como invitado, después como asesor musical y ahora, al fin, como director titular. ¿Cómo definiría el sonido de la orquesta?

-Se caracteriza por ser una orquesta española ubicada en el País Vasco y con fuerte influencia francesa. Eso repercute en la educación de los músicos y en los instrumentos que utilizan, mezcla de esos tres orígenes. El trabajo en el futuro es abundar en el sonido específico y en el carácter de la orquesta, hacerlo más evidente. Se puede lograr de dos maneras: interpretando grandes obras de repertorio, como la Sinfonía Fantástica de Berlioz que llevamos en el actual programa, y cuidando los aspectos técnicos y de estilo en el trabajo diario.

En su agenda, completa hasta junio de 2015, figuran algunas de las mejores orquestas del mundo. ¿En qué nivel está la OSE en este momento?

-Para la OSE es un poco difícil encontrar su posición en este momento. Por supuesto, es una orquesta del máximo nivel en su ámbito, el regional, pero por otro lado tenemos a las grandes orquestas europeas que durante el año visitan los mismos escenarios en los que actúa la OSE (Donostia, Bilbao, Vitoria y Pamplona). Esas orquestas suelen estar de gira, tienen un gran nivel y traen su mejor repertorio, mientras que nosotros tocamos de todo. Eso hace que la competencia sea difícil pero ese es el nivel que debemos conseguir para competir con cualquier concierto de los que puedes ver durante el año en el Kursaal, que ofrece actuaciones de primer nivel. Además, mi objetivo es conseguir ese estándar de calidad durante toda la temporada, porque hay orquestas cuya calidad oscila mucho de un concierto a otro.

¿Le dará tiempo a trabajar tanto? A diferencia de un entrenador deportivo, que sigue de cerca al equipo, usted dirige solo tres programas de abono en la temporada 2014-2015...

-También he estado en la Quincena Musical... Puede parecer poco tiempo pero mi trabajo, en colaboración con el nuevo director general, Oriol Roch, es asegurarme de que el nivel de los directores invitados y de los solistas sea alto, que ellos también tengan interés por mejorar... Mi idea es traer gente de la que puedan aprender, que cada semana la orquesta aprenda algo nuevo y mejore un poco.

En ese sentido, Roch insiste mucho en la “mejora continua”. ¿En qué puede mejorar el sonido de la orquesta?

-La OSE interpreta mucho repertorio clásico, sobre todo romántico, pero echo en falta grandes piezas de repertorio, que son las que favorecen el desarrollo de las habilidades técnicas de la orquesta. Por eso, intentaré que en cada temporada haya una sinfonía de Mahler, una gran obra de Strauss y otra pieza de algún importante autor francés. Ahora hemos interpretado a Berlioz y en el futuro, quizá, abordemos a Debussy o a Ravel, que en cierto modo es un vecino (el célebre compositor nació en Ziburu). Además, siempre programaremos obras de compositores vascos o de autores extranjeros vinculados de algún modo con el País Vasco. Hoy día, muchas orquestas -ya sean de EEUU, Alemania, Japón o España- tienen un sonido similar independientemente del programa, pero yo quiero trabajar en la definición de una orquesta conectada con la cultura vasca y con Euskadi.

¿Se apoyará en el talento local para lograr ese objetivo?

-Claro. En Euskadi existe una gran tradición coral -yo mismo dirigí en mayo a la OSE junto al Coro Easo- y me parece muy natural incorporar a la orquesta el sonido de los coros vascos y de otras instituciones culturales del país. De esa manera, cuando salgamos fuera de Euskadi -no solo a Madrid o Barcelona, sino a países extranjeros- podremos ejercer el papel de embajadores del país.

Esa apuesta por la proyección internacional no parece sencilla sin un presupuesto que permita grandes giras...

-Las giras son muy caras, pero hay otros modos de trabajar esa proyección. Por un lado, mediante las invitaciones como las que la OSE ha recibido este año para tocar en la Bienal de Venecia o una futura visita a Madrid. Por otro, hay que desarrollar una estrategia para publicar grabaciones o conciertos en vivo, con directores de alto nivel internacional como, por ejemplo, Zubin Mehta? Tenéis una gran colección de discos de grandes compositores vascos pero están más dirigidos al público local. Deberíamos encontrar nuestro espacio en el ámbito internacional de las grabaciones, porque hacer un disco tiene unos costes pero permite dar a conocer a la orquesta en el exterior, y a través de Internet, te pueden escuchar en Australia, Japón o EEUU. Esa estrategia encaja con el actual presupuesto de la OSE.

Usted suele hablar de la necesidad de “tocar música con alegría”. ¿Qué importa más? ¿La técnica o la emoción?

-Lo más importante en la música es la emoción, pero para alcanzar la excelencia primero hay que controlar perfectamente la técnica. Los músicos suelen estar ansiosos por superar esa primera fase y cuando lo consiguen, después pueden entregarse a las emociones. En los ensayos, suelo trabajar ambos aspectos. Ellos lo agradecen y el público lo nota: se consigue que los conciertos se vivan con mucha emoción y como grandes experiencias. Además, me gusta seleccionar obras con un fuerte mensaje emocional, como el Concierto para orquesta de Bartok que estamos tocando estos días. Me gustaría añadir que suele haber dos tipos de orquestas: aquellas muy intelectuales, capaces de bordar el repertorio sinfónico que tanto conocimiento técnico requiere, y otras extremadamente emocionales, como las orquestas de ópera. En mi opinión, la Orquesta de Euskadi, que toca de todo -ópera, ballet, repertorio sinfónico?- reúne lo mejor de ambos mundos, lo cual la convierte en una formación muy especial.