Vitoria - Son miles los alaveses de distintas edades que forman parte de un coro, ya sea infantil o adulto. Y aun así, Alfredo Vela tiene claro que “si hubiera más música, viviríamos mejor”. Por probar, la verdad es que no pasaría nada.
Es ya largo el camino que viene desarrollando la federación en un territorio donde la música coral siempre ha tenido un peso específico y que ahora se encuentra...
-Ahora mismo tenemos 32 coros federados que agrupan a algo más de 1.200 coralistas. No somos los únicos, existen más formaciones en Álava fuera de la federación. Y todos ayudamos a enriquecer el patrimonio cultural alavés.
Da la impresión, por lo menos en las formas, de que la federación algo quiere cambiar.
-De hecho, ya hemos cambiado cosas. Queremos dar más vida al cante coral alavés, porque además tenemos que recordar que no sólo existen formaciones de Vitoria. Una de las primeras cosas que hicimos fue el ciclo de conciertos en el Pórtico de la Luz de la Catedral Santa María, donde intervinimos 15 coros. Ahora mismo estamos haciendo Araba Kantan, con el patrocinio de la Diputación, para ofrecer 25 actuaciones en otros tantos pueblos alaveses. Y en Navidad, junto al Ayuntamiento de Vitoria, vamos a interpretar villancicos en las calles a lo largo de nueve días, desde el 22 de diciembre hasta el 4 de enero. Todo esto busca que el público nos vea más, que se dé cuenta de que hay un movimiento de coros importante. Es que en esta cuestión de los coros somos todos muy mayores, no hay una sucesión.
¿Falta cantera?
-No, no, existe y ahí tienes ejemplos como Arabatxo o Crescendo. Entre ambos estás hablando de unos 800 chicos y chicas entre los 5 y los 17 años. El problema viene después. Cuando esos jóvenes empiezan sus carreras y sus cosas, van como desapareciendo del canto coral. Hay un lapsus que no se rompe hasta cuando tienen más de 40 años, su vida laboral está encauzada, y vuelven poco a poco a reincorporarse a los coros. Eso es una pena y algo contra lo que queremos luchar. Queremos programar y fomentar el canto juvenil, informar, enseñar... el cantar no es pegar voces, ni mucho menos, es interpretar con el corazón una cosa que se siente en el alma, que se lleva en la mente. Te pone los pelos de punta cuando cantas o escuchas a otro y cierras los ojos.
¿Pero qué se puede hacer más allá de los coros infantiles?
-Tenemos que apoyarles para fomentar y crear. A los niños y niñas, como decían nuestros abuelos, se les endereza desde pequeñitos. Un niño que con cuatro o cinco años tiene ritmo, oído, le gusta cantar, es que lo lleva dentro. Eso es algo que los progenitores ven y que no hay que dejarlo pasar, sino sacarlo y potenciarlo.
¿Y qué se les puede decir a esos jóvenes para que no desaparezcan en el camino?
-Que no desperdicien el don que tienen de cantar, esa garantía de voz, esa alegría de hacer partícipes a los demás de la alegría que sienten ellos al cantar. Se pueden hacer dos o más cosas a la vez, que piensen que lo pueden hacer, que si un día tienen que faltar a un ensayo porque hay que estudiar, no pasa nada.
Decía antes lo de la modernización porque está la federación mucho más activa en las redes sociales, han hecho un concurso público para elegir un logo que querían que fuese más moderno y dinámico... Ahí parece que se quiere seguir una senda, ¿no?
-Ahí hay un caminar que pensamos que puede ser provechoso y no sólo para nosotros. Por ejemplo, cuando dimos los conciertos en la Catedral, a través de la presencia del templo en Internet hubo varios coros de fuera de España que querían saber cómo podían actuar allí y les dirigieron hacia nosotros. Hemos recibido unas cuantas solicitudes. La verdad es que tenemos grandes proyectos para el año que viene.
Como por ejemplo...
-Pues queremos hacer el Año de Luis Aramburu, que realizó mucha música de todo tipo, no sólo clásica. Además, a propuesta de la secretaria de la junta, Mónica Pérez de Heredia, estamos pensando en realizar un Día Coral de Álava, es decir, ir cada jornada a una cuadrilla de la provincia, reunir a 14, 16 ó 18 coros que estén todo el día cantando, que se haga una comida popular y que se atraiga a más público. Siempre que haya una persona, nosotros vamos a estar ahí actuando. Pero necesitamos entrar un poco más fuerte, con más ilusión, más ganas. Proyectos para ello tenemos muchos, pero tenemos que ir paso a paso porque no todas las ideas que tenemos se van a hacer realidad, por desgracia. Además, nosotros como federación también nos podemos equivocar y debemos estar atentos a lo que dice cada coro. No somos una organización dictatorial, al contrario. Todas las sugerencias tienen que ser escuchadas, también de los alaveses que están fuera de la federación y tengan una propuesta para alimentar nuestra riqueza cultural.
Por cierto, en ese impulso a la utilización de las redes sociales y demás, ¿cómo se lleva usted con las nuevas tecnologías?
-Tengo el teléfono móvil para llamar y que me llamen. Con eso creo que te lo digo todo. Para todo lo demás, tenemos en la federación a Jonathan Acuña (risas).
Además de presidente de la organización es miembro del Coro Florida. ¿Cómo se compaginan ambas facetas?
-Va todo muy bien, no hay ningún problema porque yo en el Coro Florida soy un componente más, no soy el presidente de la federación. Todos los miembros de la junta somos unos coralistas más. Ninguno de los seis hacemos nada para que el coro al que pertenecemos se lleve, por ejemplo, una actuación buena. Los coros son todos iguales. Y lo digo porque algunas personas han dicho algo parecido con respecto a mí y al Coro Florida, y no es cierto.
Para quienes forman los coros en Álava, estén dentro o no de la federación, esto no deja de ser, aunque la palabra no sea acertada, un ‘hobby’...
-No, no, para algunos sí lo es en el sentido de que interpretan que ir a cantar a un coro es ir a pasar un buen rato con los amigos y tomarse algo luego. Y no es así.
Me refería, exceptuando a esas personas, que muchas veces formar parte de estas agrupaciones significa hacer encaje de bolillos con familias, trabajos, horarios...
-Lo de los viajes es lo peor. Cuando tienes que hacer una o dos noches fuera... Cada coro es diferente, de todas formas. Desde mi experiencia personal, un coro funciona siempre y cuando todos los coralistas sean conscientes de que están en un coro, que si se han comprometido, tienen que seguir, que no vale eso de desaparecer tres ensayos pero aparecer en el último antes de un concierto. Llevarse bien es apoyarse unos en otros y estar comprometidos. Cuando a un ensayo de un coro de 40 no aparecen tres, pues bueno, no pasa gran cosa. Pero si no acuden 20, entonces ese coro ya no funciona. Los viajes, por ejemplo, unen mucho a los coros, hay una convivencia, pones más interés porque estás fuera y representas a Álava. De todas formas, cada agrupación es un mundo y no se pueden generalizar fórmulas para que exista esa conexión interna.
Una persona a la que le apetece cantar puede pensar en un momento que no tiene nada que hacer en un coro porque no sabe solfeo, cuando en realidad, estas agrupaciones están compuestas por personas que casi no tienen ninguna formación musical.
-El 80% no tienen, pero sí ganas e impulso. Ponen interés en aprender. Yo, por ejemplo, no sé música. En mis tiempos toqué el saxofón pero se me ha olvidado todo. Han pasado 50 años de eso. Aún así, guardas un poco de aquello, del gusanillo. Querer es poder, saber o no música no tiene nada que ver.
¿Cómo es el público alavés?
-En general, somos bastante exigentes y tolerantes a la vez. El público exige porque le gusta el canto y tolera porque sabe que todos somos aficionados.
El espectador, cuando se habla de la música coral en Álava, identifica determinados nombres muy rápido, como Emilio Ipinza, Sabin Salaberri, Antxon Lete...
-Sin duda, y otros.
¿Y después de ellos, no hay un poco de vacío?
-En relación a nombres propios, quizá sí, en relación a profesionales, no. Tenemos unos directores que son grandes músicos, que no tienen esos nombres tan relevantes pero que con el tiempo, y no en un plazo muy largo, van a llenar ese hueco.
Cuando la actual junta salga, ¿qué le gustaría haber aportado a la federación alavesa?
-A los seis nos gustaría dejar una senda marcada, un camino libre de obstáculos para que al final se vea lo que se quiere. Desde la primera junta a la actual, todos hemos ido sembrando y hemos abierto una senda que no se puede cerrar. Con la música se quitarían muchos problemas que hay en el mundo. Si hubiera más música, estaríamos mejor. Es vida, futuro y alegría.
En ese afán de desbrozar la senda, ¿la federación encuentra ayuda institucional?
-Encontramos ayuda, sin duda. Y en la situación actual de crisis, entendemos que haya recortes. Pero, la cultura musical no se puede abandonar. De la misma forma que no se abandona el fútbol o el baloncesto, y te lo dice un baskonista de siempre, se deben acordar de que el canto es cultura y no siempre está valorado.