Tras cinco años de mantener el programa de María Teresa Campos en antena, Tele 5 ha decidido prolongar la vida de esta apuesta insustancial, inconsistente y maternal para las tardes de fin de semana. Qué tiempo tan feliz sólo es posible con el perfil de los consumidores españoles, que quieren entretenimiento, música de copla o pop en castellano y, que la camaleónica andaluza ha sabido aprovechar ante la ausencia de programas de semejante corte y ha clavado una pica en Flandes. La audiencia se lo ha agradecido con creces y la oferta de Tele 5 ha cantado bingo con un responsable máximo feliz, porque nunca se consiguió tanto con tan poco. La tarde pasa en un set de chichinabo, con dos filas de sofás que convergen en la silla de la madurita conductora que supera los 70 y tiene gas para rato y más tras su episodio amoroso, que suena a reportaje previsto y pagado para las portadas de las revistas del cuore, que se regocijan con la reinona María Teresa encandilada por el bigote más mediático del momento.

Campos y sus ayudantes-comentaristas llenan el programa con una estructura sencilla, sembrada de vídeos y música, en un eterno ritornello de los mismos, de los conocidos, de los amigos de la jefa, de los cantantes e intérpretes del club de la Campos que se prestan gozosos a entrevistas sin fundamento, repetitivas y llenas de pasteleo y encantado de haberte conocido, reina mía. El tiempo no pasa por esta eterna de la tele con escaso sentido del ridículo, capaz de marcarse unos pasos de flamenco, tango o bachata si la cosa lo propicia y el director Yusan Acha lo consiente. María Teresa Campos se mantiene intacta, incorrupta, esplendorosa frente a las cámaras, con sus zapatos de macro tacón y sonrisa lagartona de espécimen del medio. Estilo familiar, próximo y cálido que le permite hacer de cada tarde un espacio para recordar música de tiempos pasados, felices, añorados.