Aunque seamos republicanos, siempre nos ha gustado Prince, un músico tan excesivo, hiperactivo y genial como egocéntrico y excéntrico. Aunque la historia diga que los 80 fueron de Michael Jackson, solo Thriller resiste la comparación ante el aluvión de discos que el pequeño gran músico de Minneapolis editó en esa década. Tras años comercializando su música en internet, volcado en los conciertos y de espaldas a la gran industria, Prince regresa por partida doble, con su sello de antaño y no con un disco, sino dos, en los que alterna su faceta más bailable con otra más eléctrica de rock-funk.

Últimamente ha sido difícil seguirle la pista a Prince (56 tacos, aunque parece haber hecho un pacto con el diablo), ya que en este siglo se ha mantenido alejado de las multinacionales -eso sí, colaborando puntualmente con ellas por interés-, y ha editado su música a través de internet o de medios de comunicación, para defender la integridad de su música. Esa integridad que le enfrentó con Warner en los 90 y que expuso claramente su excéntrica personalidad cuando decidió autonombrarse como Esclavo, El Símbolo o El Artista antes conocido como Prince.

Genio y figura, el de Minneapolis, que, guste o no, está cerca de codearse con otras figuras de la música popular como Dylan, The Who, Beatles, Stones, Michael Jackson, Springsteen o Ramones por obra e impacto mediático, ha sobrevivido en los últimos años gracias a los conciertos y a las ventas digitales, ya que, al no existir intermediarios, le permitían quedarse con casi todo el pastel. Después de publicar una serie de discos recientes como Planet earth (2007) o 20Ten (2010), que no están entre lo mejor de su discografía, ha vuelto al redil este otoño.

Prince, un peleas que parece apostar por sentirse a gusto por encima de la cuenta de resultados de su trabajo, es actualidad por su single discotequero Fallinlove2nite, compartido con la cantante y actriz Zooey Deschanel en Sony y en la serie New girl, y su doble publicación en Warner con dos discos simultáneos que muestran su amplitud estilística. Con resultados diversos, por cierto. Uno, en solitario, y otro junto al trío femenino 3RDEYEGILR, que le ha acompañado últimamente en directo.

Dicen que Art official age, el 33º disco de este multiinstrumentista dotado, vocalista maleable y magnífico guitarrista, es un CD clásico de Prince, producido por él mismo y Joshua Welton, el marido de la batería de su grupo femenino. Clásico en el sentido de reconocible, ya que despliega la mayoría de sus virtudes y se eleva artísticamente por encima de sus últimos trabajos, regresando a un sonido y un estilo -voraz y libre- que remite a su época gloriosa, la de los 80 y primeros de los 90, cuando, como él mismo recuerda, “la música era curación espiritual para el cuerpo, el alma y la mente”.

Su nuevo disco suena estilísticamente abigarrado e inabarcable desde su arranque con Art official age, canción en la que el funk y r&b digital se hermanan con guitarras imparables, bajos galopantes, rapeados, su sempiterno falsete y coros femeninos, operísticos en algún tramo. Clouds es todo un alarde vocal; en Breakdown recuerda su juventud descontrolada (“el primero en emborracharse, el último en irse”); el ritmo se torna brutal en The gold Standard, “crazy and amazing” y en el que canta “¿preparados para bailar?”; U know es una balada cremosa y sexual; y convencen también el funk erótico de Breakfast can wait, y Funkroll, con su electricidad.

Guitarras Eléctricas Precisamente esas guitarras eléctricas son las dominantes en Plectrumelectrum, el CD publicado con el power trío femenino formado por Donna Grantis (guitarra), Hannah Ford Welton (batería) e Ida Nielsen (bajo), que se grabó en vivo y en analógico, en Londres y en su propio estudio: Paisley Park. Es una declaración de funk-rock electrizante, pero no tan agradecido como su hermano en su mixtura de hard rock corporativo, crossover, riffs repletos de técnica pero previsibles y ya escuchados, y su falta de melodías hechizantes.

El resultado es como si Led Zeppelin, Hendrix y Living Colour se juntaran en horas bajas, a pesar de los buenos cambios de ritmo de Wow, las voces femeninas, el r&b con ligero ritmo reggae de Stopthistran; el funk y hip hop de Boytrouble; la punkie Marz o el estribillo molón de Fixurlifup, donde canta “una chica con guitarra es 12 veces mejor que otra loca banda de chicos”. Depende, colega. Warner le ha devuelto la propiedad de algunos de sus mejores discos, como Dirty mind, Sign ‘O’ the times y Purple rain. Este último se reeditará pronto con inéditos en su treinta aniversario.