Un mensaje, un modo de expresarlo, un receptor. En el siglo de la comunicación, o en ese dicen que está la humanidad, lo directo, sencillo y comprensible, aquello que no necesita ser pensado, intuido, sentido o reflexionado en demasía, sino que es información consumida al instante, de manera clara, a veces dura y otras no, compone el grueso del intercambio entre los seres humanos. Y el arte contemporáneo no es ajeno a ello. Ni mucho menos. En ocasiones lo lleva al extremo, de hecho.
En las antípodas de todo lo anterior se sitúa ahora Artium con la decimocuarta revisión que plantea de su colección permanente a través de la exposición El desarreglo. El curioso caso del arte despeinado, una muestra que permanecerá abierta hasta el 31 de agosto de 2015 y que está comisariada por el director del museo, Daniel Castillejo. Aquí los significados, lenguajes, estímulos y retos se multiplican aunque sólo se esté ante una única obra. La poética se hace espacio frente a lo concreto, aunque en realidad puedan tratar las mismas temáticas.
En ese camino de un extremo a otro, la saturación de impactos que caracterizó la anterior revisión de los fondos alaveses con 350 piezas expuestas en un mismo lugar queda a un lado ahora para proponer al visitante un recorrido por 27 obras que copan los casi 1.500 metros cuadrados de la misma sala Sur. Los grandes formatos se abren paso, aunque también aquí hay excepciones como la de Ana Laura Alaez y sus Dedos.
“Una obra de arte, cuantas más cosas diga, más discursos contenga, mejor. Es lo que me atrae y es lo que hemos estado buscando en este caso”, explica Castillejo, que subraya la implicación de su equipo “con la intención de intentar algo absolutamente novedoso”, una muestra que, eso sí, no se presenta aislada en ese gusto por adentrarse en la poética del arte contemporáneo que está mostrando el centro alavés de un tiempo a esta parte, puesto que la misma guía se puede observar sin demasiado esfuerzo en otras muestras y programas como Praxis.
Y en esa senda de la expresividad emotiva, El desarreglo se construye en una sala que por primera vez desde la apertura del museo se presenta sin elementos adicionales a su esqueleto. Es decir, no hay paredes, divisiones, ni nada por el estilo. El espacio se presenta diáfano e incluso pretendidamente descuidado puesto que se han mantenido desconchados e imperfecciones.
No es algo casual. Además del gran formato de gran parte de las obras, el otro vaso comunicante entre ellas es que son piezas que “tienden al filo de la navaja, al caos, al precipicio”, que en el aparente desorden, donde otros pudieran ver inestabilidad y, por lo tanto, ausencia de discursos aprovechables, multiplican sus expresiones y significados, dialogando además entre ellas y, desde ahí, con el observador.
Ángeles Agrela, Susana Solano, Ángeles Marco, Pepo Salazar, Txomin Badiola, Pilar Albarracín, Fernando Sánchez Castillo, Cristina Iglesias, Joan Brossa, Eva Lootz o Jaime de la Jara son algunos de los 27 artistas que ponen sus creaciones (vídeo, instalación, escultura, pintura...) al servicio de una muestra que además sirve para conocer, por primera vez en Europa, ¿Qué tan leal es un perro hambriento? del méxicano Moris, una obra llegada a Artium a través de un depósito. De hecho, esta fórmula representa el 29% de las 3.400 referencias que componen unos fondos que llevan varios años sin poder incrementarse a través de las compras por el veto de la Diputación.