Dick Murray por fin toma la gran pantalla. Le ha costado lo suyo, eso sí. Ocho años de trabajos, esfuerzos, ilusiones, colaboraciones, ideas y búsquedas para hacer realidad el western que José Luis Murga y Oier Martínez de Santos empezaron a dar forma unas navidades de hace ocho años y que ha convertido a Kuartango en una zona del Oeste norteamericano. Ellos dos partirán este viernes en coche para llegar a Tabernas, localidad donde al día siguiente se estrenará Algo más que morir dentro de la sección oficial de la nueva edición del Almería Western Film Festival. Eso sí, no estarán solos. Unas 70 personas implicadas de una manera u otra en el proyecto llegarán desde Álava tanto en autobús como en avión. Y aún así, no estarán todos los que han hecho posible este sueño.

El año pasado ya estuvieron a punto de ser seleccionados para este certamen, pero todavía quedaban pendientes unos cuantos pasos de post-producción por dar. “Nos dijeron que no y, la verdad, es que nos hicieron un favor”, explican los dos directores, guionistas y productores, aunque en este último apartado también han contado con la implicación de Pepe Jordana y su compañía madrileña Prosopopeya Producciones. “La vio sin la banda sonora y sin muchos detalles y no sabemos si fue por toda la historia que la película lleva detrás o por la propia cinta, pero se implicó y nos ha ayudado mucho a darle el aspecto final”.

La cita será al mediodía en el Teatro Municipal de Tabernas. Un momento que ambos todavía no se terminan de creer. “Tenemos muchas ganas de que llegue ese instante”, apunta el también actor Murga, que por fin se va a poder quitar la espinita que le quedó en 1977, cuando con unos cuantos amigos de juventud quiso rodar una del Oeste que al final no pudo ser. “Aquello me generó mucha frustración y cuando hace ocho años volvió a aparecer esta posibilidad junto a Oier, tengo que reconocer que me daba un poco de miedo volver a quedarme con las ganas y revivir aquellas malas sensaciones de entonces”.

Pero esta vez ha sido la buena. En realidad, Algo más que morir iba a ser un cortometraje de unos 10 o 12 minutos. “Fue una Nochevieja cuando nos dijimos: si tú haces el guión, lo plasmamos en imágenes. Fue un compromiso, un momento muy especial”. Pero al poco de empezar a darle forma a la idea, ambos vieron que era imposible “meter todo” en ese formato. Así que el largometraje salió a su encuentro. Lo que a buen seguro no sabían en ese instante es que iban a ser necesarios ocho años para conseguir llegar a la gran pantalla, como va a suceder dentro de seis días.

Puesta de largo “Esperemos que aplaudan”, dice entre risas Martínez de Santos al imaginar los segundos después de que pasen los títulos de crédito. Aunque Murga pregunta, también en tono de broma: “¿crees que nos dejarán ver la película tranquilos?”. “A los que vienen desde Álava ya les aleccionaremos para que se centren en la pantalla, no en los conocidos suyos que salen”, sentencia su compañero.

Pero más allá de los piques amistosos, algo de nervios también hay. Eso sí, lo que ya saben es que en Tabernas los van a recibir con los brazos abiertos. “Están muy ilusionados con todo lo que implica el largometraje, por cómo se ha hecho y lo que ha supuesto. De hecho la alcaldesa de allí llamó al alcalde de Kuartango cuando nos confirmaron en la sección oficial”, explica Martínez de Santos.

La siguiente parada, eso sí, será en Álava, más en concreto en Gasteiz. Los directores quieren hacer una puesta de largo “a lo grande” y aunque todavía no hay fecha concreta se prevé que pueda ser entre finales de noviembre y diciembre. “Para nosotros es importante que todo el mundo tenga la posibilidad de verla, sobre todo gente que nos ha ayudado y que no va a poder estar en Tabernas. Sólo en actores estamos hablando de que intervienen unas 100 personas. Por no hablar, por ejemplo, de la gente mayor de Kuartango que nos ha dejado sus casas a lo largo del rodaje y que no se va a hacer 12 horas de viaje en un autobús”, relata Martínez de Santos.

Ya sea allí o aquí, el espectador se va a encontrar con un filme “con una historia que engancha, que por sí sola, vale”, aún siendo conscientes de que “el que espere ver una película hecha con un presupuesto como en Estados Unidos, está claro que se equivoca”, explican.

No en vano, Algo más que morir es resultado de muchas implicaciones en no pocos casos desinteresadas, más allá de algunas ayudas económicas o en especies recibidas desde el Ayuntamiento de Kuartango o de otras entidades públicas y privadas o a través de la venta de camisetas o realización de fiestas de temática western, entre otras iniciativas. “El ritmo del proyecto ha sido muy lento pero, no sabemos cómo, poco a poco hemos ido consiguiendo todo lo que nos habíamos propuesto”.

Entre muchos La creación de escenarios es un buen ejemplo de esta voluntariedad. Murga y Martínez de Santos tuvieron que levantar un poblado del Oeste norteamericano de la nada en plena Álava. “Lo montamos otras navidades. Fue la leche porque empezamos el primer día cuatro y a la jornada siguiente apareció un montón de gente para ayudar. Fue fantástico. En semana y media ya estaba todo y veías a la gente ilusionada”, rememora Murga.

De hecho, esta localidad fantasma fuera de los días de grabación se convirtió durante bastante tiempo en punto de peregrinaje para no pocos curiosos, sobre todo en fin de semana. Eso sí, ya está desmontado para evitar que suceda cualquier problema por los efectos en los edificios del paso del tiempo.

De todas formas, durante el proceso ha pasado casi de todo. “Se nos murió un caballo, se fue la actriz principal... Pero lo que ha de ser para ti, te va ha venir. Y eso nos ha sucedido”, comenta Murga. Incluso entre ellos dos ha habido algún que otro tira y afloja. “Pero de los rifirrafes salen también cosas positivas. Claro que hemos pensado muchas veces en mandarnos a tomar por saco, pero la verdad es que cuando uno ha flaqueado, el otro estaba fuerte y nos hemos ido dando el relevo en este sentido”, apunta.

La historia “Siempre estamos en lo que pasó ayer o lo que vamos a hacer mañana y parece que nunca vivimos el presente. La película dice que hay que vivir el hoy y de ahí el título”, describe el también actor protagonista de un argumento que arranca cuando Dick Murray le promete a su madre, cuando ella se está muriendo, que va a ir en busca de su hermano para traerlo a casa.

“Decide ir a buscarlo para que le ayude a crear un rancho y una familia. Deja a su mujer, que es la protagonista, y se marcha sin saber que ella está embarazada. En principio, esa búsqueda sólo tiene que durar unos días pero termina durando siete años. Claro, cuando regresa se encuentra con un panorama totalmente cambiado. El suyo es un pueblo controlado por un cacique, que tiene un sheriff corrupto, pistoleros y bueno...”, no se puede contar más. El resto, hay que verlo.

Se configura así un western, un tipo de película que Martínez de Santos reconoce que no le hacía mucha gracia al principio. “No era un género que me gustase especialmente, pero bueno, José Luis quería hacerlo y yo sentía la necesidad de rodar”. En el caso de su compañero, la cosa viene de lejos. “Cuando era crío, mi madre me llevaba los domingos a misa de 6 y después me compraba un bollo y de ahí íbamos al cine. En aquella época se veían películas de vaqueros, alguna de Cantinflas y poco más. Y desde entonces me encanta”.

Ahora, él no va a estar sentado frente a la pantalla viendo lo que otros inventaron, sino lo que él y Martínez de Santos idearon. Claro que cabe preguntarse si después de ocho años de tantos esfuerzos, todavía les quedan ganas de intentar un segundo largometraje. Y aunque no ponen la mano en el fuego por nada, en sus miradas y sus palabras se percibe que tampoco está tan lejos esa posibilidad. Ya se verá.

Por ahora hay que estrenar Algo más que morir, un momento que incluso ellos han pensado que no llegaría. “Mi padre decía que se iba a morir antes de verla, que por favor la terminásemos ya. Él nos ha ayudado mucho y yo le iba enseñando alguna escena cuando tenía algo montado”, describe Martínez de Santos. “Todos tienen mucha ilusión”, recalca Murga. Y ellos dos, cómo no, también. Ha llegado su hora.