Vitoria - Última parte del Azkena Rock Festival la que se vivió en la noche y la madrugada del sábado, con los rayos amenazando a cierta distancia, pero sólo eso, y con 11.930 almas en el recinto de Mendizabala dispuestas a no dejar ni gota de fuerzas después de una tarde con actuaciones bastante interesantes.
Les tocó arrancar a unos Blondie que están en plena gira de celebración de sus 40 años repasando una buena parte de sus grandes éxitos y, entre medias, metiendo unos cuantos temas nuevos por aquello de demostrar que todavía siguen creando material. Como era de esperar, máxime teniendo en cuenta que su inclusión como cabeza de cartel de esta decimotercera edición había traído cola, hubo quien antes de comenzar la actuación ya estaba buscando hueco o en la hierba o en los puestos gastronómicos o en el mercadillo. Ya sabían que aquello no iba con ellos y sus pasos los siguieron otros cuantos según se iban sucediendo los temas.
Los que se quedaron, la gran mayoría, se encontraron con un grupo que, para ser honestos, está en mejores condiciones de lo que las grabaciones de sus directos de los últimos años parecían indicar. Algunos espectadores de una zona determinada del recinto se quejaron por el sonido, algo que, sin embargo, no se detectó en otras partes, a pesar de lo cual la organización pidió disculpas, vía redes sociales.
Lo de Debbie Harry y los suyos fue, en realidad, lo esperable. Es decir, éxitos comerciales de finales de los 70 y de los 80 (exceptuando Maria, por ejemplo, que es de los 90) para tener un momento revival de lo más ochentero entre bailes, risas y estribillos. Y en eso, el concierto cumplió. Hasta aquellos que no estaban del todo convencidos de estar frente al escenario Lou Reed se terminaron animando con más o menos guasa.
Así que la cosa terminó con un concierto amable, sencillo, breve y simple que, tampoco hay que engañarse, ya es mucho en el caso de unos Blondie que hace mucho tiempo que estuvieron en buena forma. Para los amantes de la moda, ya que Harry fue un icono a reconocer, decir que ella salió de Louis Vuitton.
Tras ellos regresaron al ARF Andrew Stockdale y sus Wolfmother, que aunque no estuvieron a la altura de su paso en 2006, hay que señalar que tienen mimbres suficientes para, aún en el caso de que se propusieran lo contrario, saber cómo llenar un escenario. El trío dejó un gran sabor de boca que, sin embargo, Royal Thunder se empeñó en destrozar bajo la carpa con un directo tan intrascendente como en ocasiones molesto, así que a pesar de que no estaba en los planes iniciales, los pasos se encaminaron a un tercer escenario donde Niño y Pistola le echaron ganas y un buen puñado de buenos temas.
Con la madrugada bien entrada llegó la que en teoría tenía que ser la última actuación de este año. Y era de esperar que Kadavar pusiese el listón muy alto (ya lo demostró en Helldorado), pero en el Azkena los alemanes se empeñaron en dar un concierto redondo de principio a fin. Salvo por algún tiempo muerto entre canciones un poco largo para esas horas, al resto no se le puede poner ni un pero. Todo lo contrario.
Eso sí, no fueron ellos los que bajaron el telón. Los gaditanos Bourbon se pudieron sacar la espina de la cancelación del día anterior por la lluvia, aunque la coincidencia con Kadavar hizo imposible verles más allá de unos pocos minutos.