No ha sido ésta la primera edición en la que la lluvia ha tomado Mendizabala. Pocos olvidan la tormenta de la fiesta de presentación de 2004, con los New York Dolls tocando en una carpa improvisada mientras un río bajaba por el monte de la Tortilla. Por no hablar de 2010, cuando Chris Isaak consiguió que todo el mundo se olvidase de cómo estaba lloviendo durante su concierto. Pero este 2014, sobre todo en la jornada del viernes, ha superado esas marcas. Sin embargo, ahí ha estado el público, sin descanso, intentando disfrutar debajo de chubasqueros, paraguas y algunos sin protección, mientras en el camping algunas tiendas se convertían en piscinas. Por eso, en este tradicional encuentro de DNA con la familia que conforma el Azkena, lo primero que hay que poner en valor es la actitud de los espectadores. ¡Qué grandes sois, azkeneros, y cuánto os debe este festival!
Hoy llega el momento de recoger y volver a casa. Toca dejar atrás la decimotercera edición del ARF, que a buen seguro deja unas cuantas conversaciones abiertas. Han sido jornadas intensas en lo musical, pero no sólo. Y entre conciertos y lluvias, ha habido tiempo para compartir reflexiones, la mayoría con fieles al certamen. Es el caso de Arturo, andaluz que hoy vuelve en tren a su ciudad de residencia, Madrid, con los cuatro amigos que le han acompañado. "Son como unas mini-vacaciones", asegura, aunque no oculta, como pasa en muchas de las conversaciones mantenidas esta vez, "que este festival necesita hacer un poco mejor las cosas; no puede ser que sepamos las fechas tan tarde y no digamos el cartel. Yo tengo que pedir las vacaciones del año en diciembre. Es que nos merecemos otro trato porque somos nosotros los que, en gran medida, hemos hecho este festival lo que es".
No es extraño oír este tipo de pensamientos, sobre todo referidos a cómo se han desarrollado los meses previos a las dos últimas ediciones. "Vengo desde Bilbao y me cuesta menos amoldarme, pero no me quiero imaginar alguien que se viene desde Cádiz", dice Lorena, una administrativo de 34 años que ha vivido su sexto viaje a Mendizabala. "El ambiente, aunque llueva, es genial y siempre sales con varios grupos que te encantan, pero esto necesita un suelo de verdad para tener futuro", apunta.
La crisis también juega su papel, sin olvidar que se ponen sobre la mesa temas ya recurrentes como los precios de algunos hoteles, la mala señalización de la ciudad, la ausencia de los conciertos de la Virgen Blanca... Claro que, con todo, el final de las frases siempre viene marcado por el positivismo. "El día que desaparezca el Azkena no sé que haré", ríe Alberto, un zaragozano que pasa de los 40 ("déjalo ahí"), que tras vivir diez de las trece ediciones lo tiene claro: "voy a conciertos cada semana, también en otras ciudades; de hecho, aquí he venido más de una vez a Helldorado. Y el ARF es como la guinda. Es cierto que hemos tenido años con mejor cartel, pero éste es mi festival". ¿Por qué? "Por todo. Lo familiar que es aunque estemos 15.000, lo cerca que está la ciudad, los pintxos... y que aquí he visto a grupos que ya conocía pero también muchas bandas que de otra forma no hubiera escuchado".