La semana pasada la revista de humor satírico El Jueves, en un acto de autocensura, destruyó toda su tirada semanal. Hablamos de 60.000 ejemplares tirados literalmente a la basura. En su portada se ironizaba sobre la coronación de Felipe VI. El Rey, con una pinza en la nariz, guantes y una larga pinza para no mancharse, posaba una corona llena de mierda sobre la cabeza de su hijo. Toda la tirada de este número fue destruida. En su lugar se distribuyó, un día más tarde de lo habitual, la revista con una portada diferente: un chiste gráfico sobre Pablo Iglesias. La dirección de El Jueves mentía a su público declarando en diversos medios que no existía ninguna presión externa para retirar la portada sobre la sucesión: "Intentamos cambiarla el lunes" tras el anuncio del monarca de su abducación "y no hubo tiempo de cambiar el pliego de portada", aseguraban. La portavoz de la revista insistía: "La de Pablo Iglesias era la prevista y el lunes se intentó cambiar. No fue posible por tiempo, porque no se podía esperar más y había que imprimir". Pero el Consejo de Redacción de El Jueves, conformado por dibujantes, explicaba la realidad. Que RBA, el grupo editorial al que pertenece El Jueves, usó su "carta de jefes" y obligó a destruir todos los ejemplares con la portada sobre la abdicación del Rey. Al poco, doce dibujantes de la revista "abdicaban". Es decir, abandonaban la revista. Argumentando que no podían permitir ese recorte en su libertad de expresión. No podían permitir que se les censurara. Porque, además, RBA les comunicaba que no iba a consentir portadas futuras sobre el tema de la Corona.

Lo curioso es que a una mayoría le resulte sorprendente que unos trabajadores renuncien a su trabajo, a su salario, por cuestiones éticas. Muchos verán a los dibujantes satíricos como meros hacedores de chistes, y no como a intelectuales o artistas. En un país en el que, nos costa, hay periodistas, políticos, escritores? que callan, tragan, transigen, estos dibujantes de tebeos -como señalaba en un escrito Ignacio Escolar- han sido quienes más en serio se han tomado la libertad de expresión.

Las revistas satíricas siempre han sido incómodas para el poder. Recordamos el caso de Demain magazine, el primer semanario satírico francófono de Marruecos. La revista vivirá sólo de sus ventas, sin insertar publicidad, obteniendo un gran eco al publicar caricaturas de personajes de la casta política. Así que en 2002 se crea una revista gemela pero esta vez en árabe, Duman, con mayor calidad gráfica que Demain magazine, llegando a un público mucho más amplio. En mayo de 2003, Ali Lmrabet, su director, es condenado a cuatro años de cárcel. Su crimen: publicar una caricatura que "atentaba" contra la monarquía. Lmrabet, después de dos huelgas de hambre y ante la presión internacional, fue finalmente indultado al año siguiente. Aquí no llegamos a estos extremos porque la mano del poder es más sutil. Pero no por ello deja de ser una mano negra.