madrid - Aún más barroco y disparatado que en sus películas, Álex de la Iglesia se ríe de sí mismo y de sus aciertos y errores en su segunda novela, Recuérdame que te odie, el delirante periplo por Madrid de un editor de cómics reconvertido a la fuerza en detective privado. "Todos los creadores utilizamos el charco de nuestra cabeza para chapotear constantemente. Es más fácil entender las cosas si las has vivido", explica a Efe el director bilbaíno, que alumbró su novela en las noches de insomnio de la época en que buscaba financiación para Las Brujas de Zugarramurdi.
Recuérdame que te odie (Planeta) cuenta la historia de Rubén Ondarra, un editor de cómics agobiado por la desaparición de un famoso dibujante, Bruno Kosowsky, que no le ha entregado a tiempo su nueva y esperada obra. La decisión de lanzarse a su búsqueda le arroja a un delirante viaje en el que, a los ojos de su neurótico protagonista, los porteros de edificios toman forma de alienígenas y un simple charco puede transformarse en el río Aqueronte. "Cuando escribes, te apetece entretener y que el lector se divierta siguiendo a los personajes", asegura. Por eso, no sólo hay guiños a lo que le ha pasado, también a lo que quisiera que le pasara. "Me gustaría divertirme constantemente. Y hacer cosas no pensadas para mí, ponerme en situaciones imposibles, hasta lo grotesco. Me gustaría coger un tren en marcha -como hace Ondarra-, pero eso no lo voy a intentar", admite. Eso sí, De la Iglesia es un hombre de acción, que cree que "la reflexión no funciona si te paras" y que "el desorden es necesario" para que broten las ideas, una actitud que más de una vez le ha llevado a encontrarse en situaciones "complicadas". "En este edificio -el Círculo de Bellas Artes de Madrid- rodamos una secuencia en la que un personaje saltaba a un patio, y para demostrar al equipo que no había peligro, salté yo. Di un salto de tres metros. Me podía haber matado. Y todo para nada, porque nadie me siguió. Me jugué estúpidamente la vida", recuerda. - Magdalena Tsanis