madrid - El paro, la corrupción, la ecología, la salud, el feminismo, la música, el sexo... Todo lo que es tendencia hoy llenaba hace 40 años las páginas de la "enciclopédica" revista Ajoblanco, vigencia de la que presumen sus autores en una exhaustiva muestra que se abre en Madrid a la par que dan el salto a Internet.
"Empezamos siendo freaks y acabamos siendo libertarios", destacó su director, Pepe Rivas, ayer durante un recorrido junto a Efe de la exposición Ruptura, contestación y vitalismo (1974-1999), que se exhibe en el Centro Cultural Conde Duque, a propósito del cambio más sustancial de esta publicación mítica, que ya va por su tercera vida. La primera de ellas, y una de las más apasionantes, fue la que tuvo lugar entre 1974 y 1980, basada en "el encuentro y en la búsqueda" en torno a "una generación bisagra", distante tanto de los planteamientos marxistas como, "por supuesto", del franquismo. Ajoblanco nació a partir del éxito de convocatoria de una iniciativa universitaria de carácter poético, siguiendo ese modelo de "cultura de grupo", en la que era "la calle la que tomaba la redacción". La publicación se abrió a todo tipo de colectivos, "con una estructura descentralizada", y editó un sinfín de monográficos: naturismo, cómo viajar barato, cómo plantar marihuana, prensa marginal...
La variedad temática y su osadía eran abrumadoras en los últimos estertores de la dictadura y primeros pasos de la transición, pero curiosamente el dossier que les deparó más problemas, y a la postre más publicidad, fue uno en el que las Fallas valencianas se presentaban desde un punto de vista pagano. El Consejo de Ministros los vetó durante 4 meses, recibieron una amenaza de bomba y muchas cartas furibundas de grupos de derechas, que se exponen en esta muestra como parte de un momento que les forzó a buscar refugio y replantear la filosofía de la revista, inspirándose en el libro Durruti. Guerra civil española, de Julio C. Acerete.
"Del 76 al 77 fue la hostia, con todo el ascenso de la libertad", recuerda Ribas, que dice que descubrieron que los pilares de la Contracultura estadounidense, uno de sus referentes junto con el rock, el mayo francés y el underground, estaban ya presentes en el ideario libertario español cuatro décadas antes. Se respira en sus Cloacas (una sección abierta a la expresión de la calle, que se queja de cuestiones que parecen planteadas en 2014), en los Manifiestos y en los Editos o, como gustan ellos en llamarlos, "las cajas negras" de Ajoblanco, que muestran cómo ayudaron a "esbozar un tipo de sociedad alternativa".
grandes firmas En la muestra se presentan más de 200 publicaciones originales, maquetas, objetos, fotografías de gran formato, portadas de la revista y videoproyecciones, y se acompañarán de una decena de charlas y debates gratuitos de filósofos, pensadores, periodistas y escritores vinculados en diferentes épocas a la publicación. De su tremendo capital cultural hablan sus firmas: Allen Ginsberg, José Luis Sampedro, Roberto Bolaños, Eugenio Trías, Tereci Moix, Rosa Regás, Rosa Montero, Fernando Arrabal (del que publicaron una fotografía desnudo que él mismo les remitió).
En su segunda vida, de 1987-1999, Ajoblanco se convirtió en "un magazine de tendencias para poner el país al día de los contactos internacionales", especialmente tras la caída del Muro de Berlín. Tras el anuncio en 2012 de la reapertura de Ajoblanco, la revista vive hoy otro hito histórico, su salto a Internet a través de www.ajoblanco.org. "La cultura libertaria tiene que estar presente, queremos recuperar el activismo más que el papel, aunque también habrá papel", anuncia Ribas.