Gasteiz me recuerda a Villar del Río, ese pueblecito donde se desarrolla Bienvenido, Mister Marshall, el gran filme pergeñado por Berlanga. Rememoremos: el alcalde de Villar del Río -un alcalde bastante sordo, como el nuestro- anuncia a bombo y platillo a todos los vecinos que los americanos van a llegar a la villa para sacarles de su pobreza. Recordemos que estamos a finales de los 40 y EEUU con su Plan Marshall se dispone a inyectar dinero en Europa para que ésta salga de su estado ruinoso después de la Segunda Guerra Mundial. Y todos los vecinos de Villar del Río sueñan con ese futuro en el que sus ilusiones más profundas -la mayoría económicas, pues es gente inculta- se verán cumplidas por algo que llega del exterior. Y acicalan el pueblo para recibir a los yanquis. Pero los americanos pasan de largo. Lo único que dejan en el pueblo es ese polvo que levantan sus coches oficiales yendo a todo trapo por esas carreteras de hambre de la España profunda de la postguerra. Derrota, decepción para Villar del Río. Pero al final todos sus vecinos ponen en marcha una colecta para poder pagar lo que se han gastado en hermosear su pueblecito al gusto americano..
En Vitoria no esperamos a los americanos, esperamos a los turistas. Y nuestro alcalde cada dos por tres nos anuncia a bombo y platillo que estos vendrán atraídos por la Green Capital, por la batalla de Vitoria? y ahora por la capitalidad gastronómica. Cosa que nunca sucede. Pero los vecinos de Vitoria del Río siguen soñando con ello. Y se gastan dinero en acicalar la ciudad.
En la actualidad Vitoria ocupa la posición decimoctava en población, pero su mentalidad, parece ser que no. Quizá todavía tengamos complejo de aldeanos, por haber sido apenas hace cinco décadas un pueblecito: en los años 50 Vitoria contaba con 50.000 habitantes para 30 años después alcanzar los 200.000.
Cuando uno se quiere no necesita que otros lo hagan. Con las ciudades sucede lo mismo. Una ciudad no es interesante porque sea querida por los turistas. Eso hay que tenerlo claro. Una ciudad es interesante para uno porque uno vive feliz en ella. Así de simple. Apostar por el turismo en una ciudad que está entre las seis más caras de España, las cuatro con menos luz solar y que no está, ni de lejos, en el grupo de las veinte ciudades más visitadas del Estado -por citar sólo tres hándicaps- es un poco, cuando menos, ingenuo. Y ver algunos vecinos (hosteleros) quejarse porque nuestro Ayuntamiento ha editado una guía para los turistas gastronómicos en los que solo aparecen reseñados 150 locales, en vez de los 1.500 que hay, es muy provinciano. A un turista no le puedes poner a leerse un listado así. Tendrás que poner un filtro. ¿Y cuál es? Muy sencillo: el currículo. Es decir, ofrecer los locales con más premios, menciones, referencias en revistas especializadas, estrellas Michelín, etc. El "café para todos" no funciona si estamos hablando de cultura, aunque sea turismo gastronómico.