Vitoria - El arranque es tan descabellado que incluso podría ser real. En plena crisis, entre ajustes y recortes, nace una asociación de suicidas en la que quien busca el servicio final tiene, primero, que ayudar a otra persona a conseguir el luctuoso objetivo, un trabajo que la agrupación, bautizada como Happy End, paga encontrando a otro individuo que se encargue del socio todavía vivo estableciéndose así una singular cadena de favores que, sin embargo, se rompe en un momento dado. ¿La razón? Los dichosos brotes verdes. Así, el negocio que ha sido tan próspero cuando la economía iba fatal puesto que el número de suicidas era abundante, está ahora paralizado por el optimismo generalizado ante la salida del túnel. ¿El problema? Que hay una última solicitante que sí ha cumplido con su parte del acuerdo pero para la que la asociación no encuentra ejecutante.

A grandes rasgos así se configura esta comedia de humor negro que supone, dentro de sus 18 años de trayectoria escénica, la nueva apuesta de la productora guipuzcoana Vaivén, un Para morirse deprisa (Happy End) que, en su versión en castellano, se estrena mañana en el Principal a partir de las 20.30 horas con sólo 200 entradas a la venta todavía. En otro Principal, pero el donostiarra, se producirá los días 20 y 21 de junio la puesta de largo del mismo montaje en euskera. Ambas son las únicas fechas confirmadas antes del verano, ya que tras él, la compañía ya tiene cerradas representaciones, durante dos semanas de noviembre, en Madrid.

Xabi Donosti, Garbiñe Insausti y Ana Pimenta (co-fundadora de Vaivén junto a Iñaki Salvador, encargado también de la música del espectáculo) se ponen en manos, en esta ocasión, del gasteiztarra Iñaki Rikarte para componer sobre el escenario "un sainete existencial, un esperpento de nuestro tiempo", como describe el director.

Tomando como referencia un texto de Borja Ortiz de Gondra, Vaivén ha ido componiendo una propuesta "que mantiene el espíritu pero cuyo resultado final poco tiene que ver con ese punto de partida", según Rikarte, gracias al proceso de creación que todo el equipo interpretativo y técnico ha desarrollado en este proyecto, una labor que siempre se ha hecho "desde la premisa del no, es decir, sabiendo qué no queríamos hacer o en lo que no deseábamos caer". "Por eso hemos jugado al mundo al revés, para mirar las cosas con la distancia necesaria, tratando conflictos reales pero en situaciones absurdas", comenta el director.

Tras un proceso interno de trabajo "duro y exigente", como describe Pimenta, "hablamos de las crisis, ya sean vitales, económicas o de otro tipo, de antihéroes en momentos de dificultad extrema" a lo largo de un montaje que "no pretende aleccionar sobre nada a nadie, sino, como siempre ha sido una constante en la trayectoria de Vaivén, plantear preguntas, invitar a la reflexión", comenta la intérprete.

Antes de llegar al momento del estreno mañana en la capital alavesa, la compañía ya se ha quitado el primer susto con dos pases previos ante reducidos y cercanos aforos, encuentros en los que ha podido testar que la comedia funciona, que ese delirio de apariencia real que se lleva ahora a escena parece cumplir con los objetivos deseados, más allá de que actores, actrices y director sean conscientes de que la obra seguirá evolucionando en el futuro. "Lo que teníamos claro desde el principio es que nuestro montaje no podía acabar mal", dice Rikarte. Claro, teniendo en cuenta el argumento, ¿qué significa eso, en qué se traduce esa intención para la vida, o la muerte, de los personajes? La sonrisa de los implicados en la producción es la única respuesta por ahora. Será el público quien pueda comprenderlo cuando vea Para morirse deprisa (Happy End).

Con el humor y el absurdo como herramientas imprescindibles, el espectáculo abre diferentes debates de cara al espectador, puertas hacia lo que, en muchos casos, es, por desgracia, cotidiano: las consecuencias de la crisis económica, el derecho de cada uno a tomar las decisiones que considere oportunas sobre su propia vida, el debate moral sobre el suicidio..., cuestiones que, desde otras perspectivas distintas, hubiera sido imposible abordar, por lo menos con el planteamiento que buscaba Vaivén. "No nos interesaba entrar en un drama. La comedia nos ayuda a exorcizar nuestros miedos", describe Rikarte. Si también consigue lo mismo con el público es algo que está a punto de comprobarse.