méxico se prepara para el gran homenaje que hoy recibirá el escritor Gabriel García Márquez, fallecido el jueves a los 87 años, en el Palacio de Bellas Artes de la capital, escenario habitual para rendir tributo a las personalidades que más han enriquecido la cultura del país. El autor de Cien años de soledad tendrá su gran despedida a las 16.00 hora local (23.00 hora peninsular), en un acto oficial que estará encabezado por los presidentes de Colombia, Juan Manuel Santos, y México, Enrique Peña Nieto, las dos "patrias" que tanto amó Gabo. En el homenaje, se incluirán compases de Bartók y vallenatos, así como las flores amarillas a las que era aficionado.
Pero, aunque en un principio este iba a ser el único homenaje oficial a García Márquez, la ministra de Cultura de Colombia, Mariana Garcés, ha anunciado que mañana se celebrará una "ceremonia solemne" en la Catedral Primada de Bogotá que estará presidida por Santos. El acto se transmitirá por las cadenas públicas de radio y televisión para que los colombianos de todos los rincones puedan unirse a la despedida.
México y Colombia serán también los destinos de las cenizas del escritor, que fue incinerado el sábado en una ceremonia privada en la ciudad de México, donde habitaba el escritor desde hace décadas. Los dos países quieren "un poquito" del mago de la literatura.
Inconclusa El mundo ya ha comenzado a añorar al escritor, pero, sobre todo, sus lectores y lectoras. La última obra publicada de Gabriel García Márquez fue Memoria de mis putas tristes, en 2004, y desde entonces sus lectores tienen que conformarse con la reedición de sus mejores trabajos mientras anhelan que algún día vea la luz su novela inconclusa, En agosto nos vemos.
Es la historia de una mujer de la alta sociedad que va a visitar cada agosto una ciudad balneario en la costa de Colombia, una historia inicialmente concebida por Gabo para cuentos y que finalmente decidió convertir en una novela.
Cada capítulo de esa novela contaba una de las visitas de la mujer, que, según el relato publicado en 1999 en The New Yorker, se llamaba Ana Magdalena Bach, tenía 52 años, estaba felizmente casada y cada año visita la tumba de su madre en una isla del Caribe. Durante 28 años y cada 16 de agosto la mujer ha cumplido con la visita a la tumba de su madre, sobre la que deposita un ramo de gladiolos y aprovecha para contarle las novedades familiares. Y cada vez se ha alojado en la misma habitación del mismo hotel. Hasta que una noche de uno de esos 16 de agosto conoce a un hombre en el bar del hotel.
No obstante, la publicación de En agosto nos vemos, el título provisional que puso a la novela, dependerá de los herederos del Nobel. "Estaba al punto de cierre, pero no la terminó por eso, por lo perfeccionista que era. Le costaba concluirla y no quería que se publicara de momento", precisó a Efe el director de la división Literaria de Pengüin Random House, Claudio López Lamadrid. Poco más se sabe del libro, salvo que supondría el cierre del ciclo que comenzó en 1985 con El amor en los tiempos del cólera, siguió con Del amor y otros demonios (1994) y con Memoria de mis putas tristes (2004).
Y mientras llega o no llega a las manos de los lectores esta novela, las reediciones de sus obras permitirán saciar el interés de quienes aún no hayan leído algunas de sus novelas más famosas. Una reedición que ya se estaba preparando antes de su fallecimiento y que ahora adelantará su llegada a las librerías. La anterior reedición de obra de García Márquez fue en 2012 cuando Random House reunió su narrativa breve en un solo volumen bajo el nombre de Todos los cuentos.
García Márquez publicó su primera novela, La hojarasca, en 1955, a los veintisiete años. La desbordante fantasías que luego daría paso al realismo mágico estaba ya presente en esta obra a la que siguieron posteriormente El coronel no tiene quien le escriba (1961) y La mala hora (1962) con historias y lugares que le llevaron a Cien años de soledad (1967), su obra cumbre de la que se han vendido más de cuarenta millones de ejemplares en todo el mundo.
Su obra más personal Sin embargo, su obra más personal fue Vivir para contarla, el libro de memorias que el Nobel colombiano publicó en 2002, que comienza con un viaje en tren del escritor, en compañía de su madre, para vender la casa familiar. En el libro, García Márquez empieza a fabular sobre aquel trayecto de Baranquilla a Aracataca, que recorrió a punto de cumplir 23 años, y su mundo mágico se manifiesta desde las primeras líneas, en la aparición repentina de su madre o en la visión de Macondo desde el tren, momento que le produce "un pavor semejante al que se siente con un temblor de tierra".
Pronto se adivina que por estas memorias van a desfilar buena parte de los fantasmas del autor colombiano y que el universo mágico que le llevó a Aureliano Buendía a conocer el hielo de la mano de su padre en Cien años de soledad, se va a fundir con la peripecia real de un escritor que dejó abandonado sus estudios de Derecho para dedicase a la literatura. Una decisión que el mundo nunca le podrá agradecer suficientemente.