BARCELONA. El diario barcelonés La Vanguardia recupera hoy en su edición digital la entrevista que Gabo concedió en su casa de México al periodista Xavi Ayén, que fue publicada en el suplemento El Magazine de este rotativo en febrero de 2006 y que según este periódico es la última que concedió el premio Nobel de Literatura.
En dicha entrevista, Garcí Márquez recalcaba el escaso atractivo que para él tenía la fama: "Te condena a la soledad, genera un problema de incomunicación que te aisla".
También anunciaba que 2005 iba a ser para el un "año sabático": "No me he sentado ante la computadora. No he escrito una línea. Y, además, no tengo proyecto ni perspectivas de tenerlo. No había dejado nunca de escribir, éste ha sido el primer año de mi vida en que no lo he hecho".
"Yo trabajaba cada día -añadía-, desde las nueve de la mañana hasta las tres de la tarde, decía que era para mantener el brazo caliente..., pero en realidad era que no sabía qué hacer por la mañana".
Sobre a qué empleaba entonces su tiempo, respondía: "He encontrado una cosa fantástica, ¡quedarme en la cama leyendo! Leo todos aquellos libros que nunca tuve tiempo para leer... Recuerdo que antes sufría un gran desconcierto cuando, por lo que fuera, no escribía. Tenía que inventar alguna actividad para poder vivir hasta las tres de la tarde, para distraer la angustia. Pero ahora me resulta placentero".
El entrevistador comentaba entonces que de repente sonó el teléfono y el escritor pronosticó: "Seguro que es Carmen Balcells" y que efectivamente era su agente literaria. "¿Ven? No tiene sosiego. No se le escapa nada, sabía que estábamos hablando con ustedes... Nos tiene más controlados que nunca", comentaba sonriente Gabo.
En la entrevista a "La Vanguardia" se recuerda que la relación profesional de Balcells con García Márquez se remonta a 1961, cuando nadie creía todavía en aquel joven escritor, que no se convertiría en una celebridad mundial hasta la publicación de "Cien años de soledad" (1967).
También recuerda sus años en Barcelona, ciudad a la que llegó a finales de 1967, en la que escribió "El otoño del patriarca" y donde vivió hasta 1975.
"Llegamos en 1967, cargando una piel de caimán de dos metros que me regaló un amigo. Yo estaba dispuesto a venderla, porque necesitábamos el dinero, pero me lo pensé mejor y al final no lo hicimos. Todo fue muy rápido, en los años que viví en Barcelona pasé de no tener para comer -antes, en París, había llegado a pedir en el metro- a poder comprarme casas".
"Tengo la impresión de que aquella ciudad no nos sorprendió mucho -añadió-. Era como si ya la hubiéramos visto antes. La razón por la cual no fui a ningún otro lugar es Ramón Vinyes, el 'sabio catalán' que hice aparecer como personaje en 'Cien años de soledad'. En la Barranquilla de mi juventud, él me había 'vendido' hasta tal punto la Barcelona idealizada de sus recuerdos de exiliado, que no dudé en ningún momento".
Y recuerda que abandonaron Barcelona y España en 1975: "Estábamos en Bogotá cuando murió Franco y, al conocer la noticia, nos volvimos a México. Pensamos que en España la cosa se iba a agitar mucho, que vendría una gran inestabilidad, tampoco sabíamos cómo iba a reaccionar el nuevo gobierno español ante la inminente 'El otoño del patriarca', que retrataba el ocaso de un dictador. Pensé que no se iban a creer que yo me había inspirado en modelos latinoamericanos".