Fernando Velázquez se abre paso entre los miembros de la Orquesta Sinfónica de Euskadi(OSE) y se acomoda en su butaca. "Es una comedia romántica, divertidísima. Me ha hecho ilusión que en la proyección os rierais, y no porque estuviera yo delante. Ya conocéis mi modo de trabajar: esto va a ir muy rápido", advertía antes de iniciar, en modo express, la grabación de la banda sonora que él mismo ha escrito para Ocho apellidos vascos.
Las prisas son lógicas si se tiene en cuenta que la comedia de Emilio Martínez Lázaro llegará a los cines el 14 de marzo. El director getxotarra, 37 años, resta importancia a la cercanía del estreno y confiesa haberse visto en aprietos mucho mayores. Relativiza, quizá, por la plena confianza que tiene en los músicos de la OSE, a quienes conoce muy bien. De hecho, Velázquez es casi un miembro más de la orquesta, con la que, por ejemplo, registró la banda sonora de El mal ajeno o dirigió un concierto basado en sus partituras durante el Zinemaldia. Recientemente, ha prestado su talento al proyecto sinfónico de Ken Zazpi. Está claro que se siente "cómodo" con un conjunto que, a diferencia de algunas "orquestas mercenarias", desprende "magia y emoción".
Aunque en los albores de su carrera hizo música para comedia, en los últimos años su trabajo se ha centrado más en las bandas sonoras de películas de terror y "dramones". Estrecho colaborador de Juan Antonio Bayona, suyas son las partituras de El orfanato y Lo imposible, aunque también ha firmado la música de títulos como Zipi yZape o Mama.Según imdb.com, el productor de esta última, el mexicano Guillermo del Toro, cuenta con él para Crimson Peak, una nueva película de terror que prevé estrenar en 2015.
Así, el vizcaino parece feliz por la oportunidad de poner su batuta al servicio de las risas que provocará esta comedia romántica de enredos. Ocho apellidos vascos narra la historia de un joven andaluz (Dani Rovira) que se hace pasar por vasco para conquistar a Amaia (Clara Lago) y no despertar las sospechas de su abertzale padre (Karra Elejalde). El guión, trufado de equívocos y situaciones hilarantes, lleva la firma de los donostiarras Borja Cobeaga y Diego San José, responsables de las primeras temporadas del programa Vaya semanita y de largometrajes como Pagafantas y No controles.
"Que se note el cachondeo"
"¡Que se note ese cachondeo, tengo que ver que estáis riendo!", espeta Velázquez a los 20 músicos de la sección de cuerdas tras grabar uno de los movimientos de la banda sonora. Antes de ponerse delante de las partituras, varios de los intérpretes de la OSE habían visto fragmentos de la película; de ahí las sonrisas que muchos esbozaban en sus caras. Al concertino de la orquesta, Lorenz Nasturica, incluso se le escapó una carcajada durante la grabación.
Según apuntaba el compositor, igualmente risueño durante la grabación, la música que ha escrito "refleja de manera sencilla la diversión y la ironía, los contrasentidos de la vida", sin perder de vista que el filme es una comedia romántica en la que "se entretejen humor y amor". Por eso, las cuerdas de la OSE se fusionarán con la música de un trío de jazz, con una guitarra que ha tocado el propio Velázquez, y con instrumentos tan diversos como la txalaparta, las castañuelas o el melotrón: "Es una mezcla de cosas raras hecha con mucho cariño y poco respeto hacia ciertas melodías populares". No es el caso de los pasajes más románticos o de "un tema sencillito de piano" inspirado, dijo, en "el amor con el que canta Benito Lertxundi". Antes de ponerse a escribir, Martínez Lázaro le aconsejó "ir contra lo que ocurra en la pantalla", es decir, "ser irónico con la música y al mismo tiempo tierno y entrañable".
Yasí suenan los movimientos grabados durante una única e intensa jornada en la sede de la orquesta en Miramon. "Estupendo, esto va a salir muy rápido", decía Velázquez al inicio de la mañana.