Existe un cine evasivo, una literatura evasiva... Existe, por tanto, una cultura evasiva. Entendiendo evasivo como todo aquello que nos aleja de nuestra realidad. Como si fuera una droga, la experiencia evasiva nos adormece en vez de despertarnos. Pero no nos confundamos: si la cultura se basa en ofrecernos sólo divertimento, evasión, deja de ser cultura pues ya no cumple su función formativa. Y, de verdad, todos necesitamos de vez en cuando una bocanada de evasión, pero de lo que se trata es de ser conscientes de ello. Y, por otra parte, de entender que reflexionando, interrogándonos, podemos vivir experiencias más gratificantes, incluso divertidas, que aquellas que son originadas por elementos puramente evasivos.
Y así existen salas expositivas que se centran en la evasión produciendo exposiciones que puedan entretenernos sin intentar llevarnos más allá. Es el caso de la mayoría de las exposiciones que tienen lugar en la Sala Fundación Caja Vital. ¿Por qué ciertas instituciones apuestan por ofrecernos cultura evasiva? Porque creen que el éxito de un espacio cultural radica en su capacidad para atraer a miles de personas. Usan el espacio como un medio publicitario. Quizá sea un éxito para ellos, pero no para el público. Y así, como si fueran un canal de televisión programan cultura fast food. Y, ojo, el problema no es que una muestra sea visitada por miles de personas, sino que en ese afán por conseguir una máxima audiencia nos olvidemos de cuál es el sentido de mantener un espacio expositivo que, se supone, persigue objetivos culturales.
Los que buscan un gancho para el gran público pueden deformar la realidad. Pueden ofrecernos una narración incompleta de ciertos sucesos a los que les quitan hierro para que sean así más fácilmente digeribles. Y así uno asiste a la exposición Baby boom y sale con de ella con una sensación de engaño. Sí, podemos esbozar una serie de melancólicas sonrisas contemplando alguno de los objetos con los que algunos crecieron. Y poco más. Porque en aquella época sucedieron en nuestro país muchos acontecimientos de índole social, político, económico? Nada de eso aparece reflejado en la muestra. Sólo se muestra una cara de la moneda de una realidad: la más agradable. Cuando la verdad es que la mayoría de las personas nacidas durante el Baby boom nunca tuvimos la oportunidad de poder disfrutar de todo aquello que se puede ver en la exposición. Cosa que tampoco era necesaria para nuestro bienestar. Y, por otra parte, aunque en televisión podíamos escuchar a los Brincos y comprar chucherías en el puesto de las Nieves -como así queda reflejado en la muestra-, también pudimos oír los disparos en las calles de, por ejemplo, los hechos ocurridos durante el 3 de marzo de 1976. Pero, repetimos, nada de eso puede verse en la exposición. Por tanto, la muestra ofrece, construye, una narrativa incompleta sobre una realidad que muchos vivimos. Con sus luces y sus sombras.