Vitoria. En los últimos 30 años en Euskal Herria se supone que la libertad para hablar de política en su concepto más amplio se ha ido incrementando de manera notable, sin embargo, el paso del tiempo ha demostrado que la sociedad ha dejado de tratarla en sus conservaciones, quedando como tema de debate y reflexión sólo para los políticos, "los menos indicados para ello", explica Juan Arrosagaray. Con el propósito de darle la vuelta a esa situación, de generar un espacio para el pensamiento y la comunicación, el artista y profesor de la Escuela de Artes y Oficios puso en marcha hace ocho años el proyecto Blanco y en botella, una propuesta que ahora llega a Montehermoso para seguir dando pasos frente y con el público.

Lo vital, lo creativo y lo político se dan la mano en una iniciativa en la que el autor parte del seguimiento de su huella para, desde finales de los años 70 del siglo pasado hasta la actualidad, ir creando distintas piezas audiovisuales para generar una historia alejada de la oficial, que es propia, personal, emocional, inquieta, crítica. "Se nos ha usurpado la capacidad de hablar de la política y la vocación de este proyecto es la de ser una mesa de debate".

Desde hace ocho años la idea ha ido tomando forma en los cinco capítulos grabados hasta el momento (el sexto es el que se va a realizar durante estas semanas de exposición en el centro cultural de lo alto de la colina), entregas que se han llevado a cabo y mostrado en las ciudades en las que Arrosagaray ha vivido los diferentes momentos que le sirven como excusa para cada entrega. Es el caso, por ejemplo, de Pamplona y los sucesos de Sanfermines 78 ("nuestro 3 de Marzo para los navarros"), que el artista retrata a partir del recuerdo de las comunicaciones entre la Policía que él escuchó en casa de su abuelo a través de la radio, un momento que en el caso de la muestra ahora presente en Vitoria se plasma también con una maqueta.

De hecho, la estancia en Montehermoso de Blanco y en botella tiene tres partes diferenciadas pero complementarias. La primera es la que se ve en el claustro del centro cultural, cinco despachos correspondientes a los cinco capítulos, lugares donde se pueden ver los vídeos pero también otros materiales referenciales. La segunda se va a producir tanto hoy en la inauguración (con una presentación del proyecto y posterior debate) como el 9 de marzo en la clausura de la muestra (con el visionado del capítulo correspondiente a Gasteiz que se hará estas semanas y de otra pieza audiovisual con entrevistas a seis representantes del sector cultural alavés). La tercera y última pata será el taller abierto que el autor va a proponer a todos los que se acerquen a la exposición los martes y jueves por la mañana.

De todas formas, aquí habría que sumar una cuarta línea de actuación ya que Arrosagaray lleva también un diario virtual del proyecto que se puede consultar en blancoyenbotella-juan.blogspot.com.es.

En lo que se refiere al capítulo relacionado con Gasteiz, donde el artista lleva residiendo desde 1992, y al audiovisual de entrevistas con agentes del sector que también va a llevar a cabo, la cultura toma aquí un papel protagonista. Ante un panorama en Euskadi y Navarra "negro, pero negro, negro", Arrosagaray recuerda una capital alavesa a principios de los años 90 "excepcionalmente rica en lo cultural aunque desde entonces no hemos hecho más que perder; seguimos manteniendo un nivel en comparación, por ejemplo, con Pamplona porque, claro, allí ya se partía de un punto de partida realmente bajo".

Esa bajada constante, a su juicio, responde, entre otros factores, a que "cada cuatro años nuestras instituciones cambian de política cultural. Es más, hay una especie de manía por destruir todo lo hecho por los que han estado antes".