EL asunto político que se están dirimiendo el Gobierno central y el Parlament no es cuestión baladí y en los próximos meses se decantará hacía un lado u otro, marcando el futuro de la política en una autonomía especialmente azotada por problemas derivados de la crisis. El problema catalán tiene que ver con el ejercicio profundo del sistema democrático y con la organización territorial que puede variar en función de los resultados del referéndum que orientará los pasos futuros. La cuestión en juego es de supremo carácter político y los medios de comunicación han jugado, juegan y jugarán un papel relevante en la contienda de intereses, ideas y planteamientos. Hace años, Xabier Arzalluz acuñó el término "brunete mediática" para describir el comportamiento de los medios de comunicación, especialmente de la prensa madrileña, a la hora de informar y opinar sobre aspectos del problema vasco, que querían, por cierto, resolver a golpe de cañonazo, no únicamente mediático. En aquel entonces, el Ejército había concentrado lo más granado de sus hombres, maquinaria y logística en esta unidad que representaba lo más feroz, combativo y guerrero del aparato militar. Hoy, los medios atacan, ladran, satanizan, descalifican, desprecian y ningunean todo lo que tenga que ver con la defensa de los legítimos intereses de un Parlamento alineado con la tesis del referéndum y futuro independiente. Los medios sacuden estopa a las figuras del proceso (Mas, Duran, Herrera, Junqueras) con manifiesto posicionamiento a favor del status quo hispano-catalán. La abrumadora mayoría de medios descalifican el proyecto de Mas y escamotean un debate más plural, enriquecedor y sereno, buscando ante todo tumbar al adversario-mesiánico a las primeras de cambio en un ejercicio de democracia escasamente madura y progresista.
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